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Fiesta por sorpresa... sin anfitrión

Fiesta por sorpresa... sin anfitrión

Dos señales iniciales demostraron muy pronto, allá sobre las 21.30 horas, que la noche del PP de Alicante iba a ser mucho más hermosa de lo previsto: la primera, un «bieeeennn» que sonó desde las entrañas de la sede del partido en la avenida de Salamanca, un señor «bieeeeeennnnn» arrancado desde el fondo de alguna garganta cuando los escrutinios le empezaban a dar a la gaviota el quinto diputado por la provincia. La segunda, la sonrisa franca de José Císcar incluso cuando todavía no se atrevía a hacer declaraciones. Una señora sonrisa que no se le borró en toda la noche. La misma que compartieron risueños Asunción Sánchez Zaplana, Rafa Candela, Antonio Ardid o Juan de Dios Navarro, los otros valientes que se habían acercado a la sede después de que algunos habituales en estas lides, como Luis Barcala, prefirieran acompañar al fútbol a César Sánchez o a José Ramón González. Qué cosas. Al final, estos últimos lo pasaron mucho peor.

Y eso que al principio parecía que no sería así. Allá a los ocho los sondeos pintaban bastos para el PP. Que si «sorpassos». Que si frente de izquierdas. Al final, nada. Noche salvada. Y con nota. «Somos una máquina, tío», resumió un afiliado.

No una máquina de las de antes, porque ya es bien sabido que al menos durante mucho tiempo no volverán aquellas victorias gigantescas del segundo Aznar o del primer Rajoy. Pero en esta nueva era política, el PP sí se compuso el mejor de los escenarios posibles. Si en diciembre la vieja Roma Sagrada resistió a los bárbaros, ayer empezó a ensanchar el cerco. A aliviar la presión. Los galos y los godos, tan fieros que parecían, ya no rugen como antes.

Y por eso sonreía Císcar, que vivió la noche de gloria que llevaba tanto tiempo esperando y que fue el gran protagonista de la fiesta que el PP celebró posteriormente en un restaurante. Fiesta casi por sorpresa. Fiesta que, después de toda la que ha caído, sabía bien, como a vino viejo. Y sin embargo fiesta rara? porque fue una fiesta sin el anfitrión.

¿Dónde estaba? El dueño de la casa, el ministro en funciones José Manuel García-Margallo, número uno de la lista del PP por Alicante, se había quedado en Madrid. Lo hizo porque, según contó Císcar, Rajoy le había encomendado una misión mucho más importante: protagonizar una tertulia en una televisión nacional. A la militancia allí concentrada le dio igual: aplaudió a rabiar cuando alguien subió el volumen de la tele y se vio efectivamente a Margallo junto a otros contertulios cumpliendo su trascendente cometido.

Y es que cuando una fiesta va bien va bien y estos detalles no amargan demasiado. Tampoco lo hizo otra ausencia destacada, la del ya nuevo diputado Gerardo Camps. Nada detuvo la alegría: banderas del PP al aire; gritos de «Viva España y Viva Rajoy». Maria del Carmen España repartiendo bocadillos felices. Afiliados apretando los puños. Dando saltos. Entrechocando vasos de cerveza.

Incluso cuando una chica ataviada con la camiseta del Hércules llegó con el rostro más amargo de toda la noche, alguien le dijo, «tranquila mujer, no podíamos ganarlo todo«. (La chica, por cierto, no pareció tranquilizarse demasiado, pero ésa es ya otra historia).

Y en este contexto, el discurso de Císcar (sí: su momento de gloria) fue jaleado y ovacionado una y otra vez: cuando dijo que el PSOE se había quedado sin senadores alicantinos; cuando contó los votos perdidos por A la Valenciana; o cuando recordó, cariñoso, a Isabel Boning. Asustados los bárbaros, el mundo lucía anoche más bonito para los populares. Quien lo iba a decir sólo unas pocas horas antes.

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