La macroencuesta del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) convirtió el arranque de la campaña electoral en un balón de oxígeno para el PP y en un auténtico jarro de agua fría para los socialistas tanto en la provincia como en la Comunidad. A pesar de sufrir un enorme desgaste y después del varapalo de las municipales y autonómicas, los populares aguantarían el tirón y continuarían siendo la fuerza más votada en las elecciones generales del próximo 20D. Podrían llegar a perder, eso sí, casi la mitad de sus escaños, un espacio que le acaba comiendo Ciudadanos que, de hecho, se convertiría en la segunda fuerza en la provincia. En el bando contrario, el desplome de los socialistas les situaría en mínimos históricos -dos o tres diputados en la provincia y entre 6 y 7 en la Comunidad-, con la coalición Compromís-Podemos disputándole la hegemonía de la izquierda y relegados como cuarta fuerza autonómica.

Los datos del CIS, como estaba cantado, consagran el fin del bipartidismo y consolidan las tendencias que se apuntaron en las elecciones a las Cortes. Populares y socialistas a la baja con fuerte crecimiento de las candidaturas emergentes. En la sala de mandos del PP confiesan que el objetivo es seguir siendo la primera fuerza y amortiguar el inevitable desgaste con una mejora de los 650.000 votos que cosecharon en las elecciones autonómicas del pasado mes de mayo. La macrocuesta -una de las más esperadas por el alto número de muestras- vaticina que los populares, en la primera contienda con su nueva líder Isabel Bonig, lograrían entre 10 y 12 escaños. Conseguirían victorias holgadas en Alicante -la horquilla sería de entre 4 y 5 diputados- y Castellón, donde se harían con dos sillones. Y más ajustada en Valencia, circunscripción en la que se disputan el primer puesto por estrecho margen con la coalición Compromís-Podemos. Ciudadanos se convierte en un «problema» para el PP. El descenso de los populares es casi calcado al ascenso atribuido a la formación de Albert Rivera.

Es una batalla por el espacio liberal de centro-derecha en la que C's se consolida como alternativa a la opción del PP. Alicante es la circunscripción en la que el mensaje de Rivera tiene más recorrido, al menos según los datos del CIS. Conseguría tres escaños en la provincia como segunda fuerza, otros tres en Valencia pero por detrás de Compromís-Podemos y empatados con los socialistas y entraría en el reparto de Castellón. Alicante, por tanto, se convierte en la locomotora que tira del espacio de Ciudadanos en la Comunidad. Albert Rivera sabe que le que puede quitar al PP más votos en la Comunidad que en el resto de España, precisamente, por el desgaste de veinte años de gobierno popular en las principales instituciones. Protagonizará, precisamente, dos actos en la Comunidad: uno en Alicante y otro en Valencia. Igual que Rajoy, que cerrará la campaña en la capital del Turia en una disputa a brazo partido.

Para los socialistas, el varapalo que les augura el CIS ahonda en el batacazo de las municipales y autonómicas que la formación del puño y la rosa disimuló con los pactos a varias bandas que le permitieron volver al poder en la Generalitat y en decenas de municipios. Pero, de alguna manera, el resultado del CIS, de confirmarse, podría convertir a los socialistas en cuarta fuerza autonómica y por detrás de sus socios de Compromís-Podemos. El batacazo en Alicante sería de una magnitud considerable con entre 2 y 3 diputados, el peor de toda su historia. En Valencia se quedaría con tres como cuarta fuerza y pescaría uno en Castellón. Un pobre botín de seis o siete escaños frente a los 10 de 2011. El liderazgo de Ximo Puig al frente del Consell se quedaría en precario y agrandaría la figura de la vicepresidenta Mónica Oltra, máxima impulsora de una candidatura que tendría a su alcance crear un grupo propio en Madrid con siete parlamentarios -ahora sólo estaba en Madrid Joan Baldoví- que superaría a los socialistas en lo que sería una segunda vuelta de las autonómicas. El PP ganaría en la Comunidad con C's y Compromís-Podemos en pugna por la segunda posición.

Los populares recibieron con indisimulada satisfacción los datos de la encuesta, tanto Ciudadanos como Compromís-Podemos se los tomaron como una inyección con la intención de mejorar durante los quince días de campaña y los socialistas se aferraron al único dato al que podían hacerlo: el alto volumen de indecisos. El macrosondeo del CIS vaticina una participación algo superior al 75% cuando, a quince días de la jornada de votación, todavía hay un 40% de indecisos sin resolver todavía el logo de su papeleta, una cifra que la cocina del muestreo, en cualquier caso, reduce al 25%. Pase lo que pase, un escenario nuevo en la batalla política.