Cuando perdió las elecciones de 2007, Agustín Navarro anunció que no volvería a presentarse. Pensó pues que ya no sería alcalde. Pero la canción no se equivocaba: la vida te da sorpresas. La moción de censura que hizo posible el exedil popular José Bañuls le aupó a la alcaldía en 2009. Se vio envuelto entonces en una vorágine mediática, tuvo que dejar el PSOE, convivió con la lacra del transfuguismo? Todo eso acabó con las últimas elecciones, que por fin ganó después de tantos sinsabores aunque fuera por 200 votos y que le permitió quitarse ese señuelo de tránsfuga. En este mandato, ha demostrado dos cosas: la primera, una habilidad innata heredada de años de fontanería política en su partido que le ha permitido mantenerse en el cargo -ya va para 6 años-, cuando muchos esperaban que un pacto PP-CDL le arrebataría en unas semanas la vara de mando. La segunda, un tremendo carisma, de esos que marcan a cualquier alcalde de pueblo que se precie y que le ha dado un tirón popular más allá de ideologías y partidos. Siempre sonríe, siempre saluda, casi siempre abraza. No en balde, le llaman el alcalde del «sí-sí». Y a él le gusta. Lean si no la entrevista.