Una ceremonia de investidura de un presidente del Gobierno debería de ser, al menos para los votantes del PP y del PSOE, como una final de la Liga de Campeones entre el Barcelona y el Real Madrid o una final de Copa entre el Celta y el Dépor o entre el Sporting y el Oviedo. Lo más importante del año. Unas horas de emociones sinfín que deberían acabar con la victoria de nuestros colores, los buenos, y la derrota de los rivales.

El candidato y su principal rival deberían comportarse como Messi y Cristiano ante un Clásico decisivo. Entrenarse a tope los días anteriores, llegar al campo de juego perfectamente concentrados, teniendo claras las tácticas y estrategias con las que doblegar al rival y, finalmente, esforzarse al máximo desde el primer segundo hasta el último.

La realidad es que el debate que comenzó el pasado martes está siendo más aburrido que ver un partido amistoso a principios de agosto contra un rival de la segunda división escocesa en diferido y conociendo el resultado.

La investidura, igual esta de Mariano Rajoy que la pasada de Pedro Sánchez, son como partidos de fútbol en los que ninguno de los 22 jugadores tuviese la más mínima intención de ganar. Es como una final en la que en caso de empate a cero no hubiese penaltis para conocer el ganador sino que se repitiese el partido una y otra vez hasta que alguno marcase; y en la que todos los jugadores estuviesen de acuerdo en que mientras se celebrasen finales eternas al menos ninguno de ellos sería el perdedor.

Porque parece que eso es de lo que se trata en la comedia política española. No salir derrotado para que nadie te quite el asiento.

Así primero Rajoy renunció a presentase a la investidura. Y luego Sánchez anunció una candidatura imposible pero que evitó que sus rivales en el partido le apartasen del sillón. Y ahora Rajoy está disputando su propia final sin poner el más mínimo interés en meter un gol, en presionar a los socialistas para que le dejen gobernar. Y Sánchez cada vez que habla intenta romper más puentes con el resto de partidos constitucionalistas, no vaya a ser que proponga una serie de medidas concretas y se las acepten.

Porque en realidad todos están encantados con repetir las elecciones una y otra vez. Tanto Rajoy como Sánchez piensan que lo mejor sería ser investidos presidentes. Pero los dos tienen claro que si eso, vivir en la Moncloa de pleno derecho, no es posible o no es seguro, al menos tienen que lograr que nadie los jubile. Y para eso lo mejor es la repetición de las elecciones.

Por cierto, y hablando de fútbol, mañana España, que lleva más de 250 días sin gobierno, juega contra Bélgica, los campeones del mundo de la especialidad con 541.