Todo el Petrer festero se congregó anoche en la plaça de Baix formando un inmenso orfeón para iniciar sus Moros y Cristianos con la música y el corazón. El tiempo pareció detenerse cuando el compositor José Salvador González Moreno subió al castillo de Embajadas y elevó la batuta al cielo.

«¡Canto de amor, cantos de alegrías!». Difícil describir el sentimiento compartido por 5.000 personas entonando el pasodoble Petrel y siguiendo la emocionante interpretación de 700 músicos de doce bandas. Cinco minutos de euforia, con la multitud cantando y bailando entre el templo y el Consistorio. Comenzaba a las nueve y media de una agradable noche -18 grados- una celebración a la que le quedan cuatro intensos días por San Bonifacio.

Felizmente impactado tras superar «un sueño y un reto». Así se quedó el director González Moreno al finalizar el acto. Un hombre ligado a la música desde la niñez siguiendo el camino de su padre. Con 16 años ingresó por oposición en el Cuerpo de suboficiales músicos del Ejército de Tierra para, posteriormente, ingresar por oposición en el Cuerpo de subdirectores músicos. Pero nunca antes se había enfrentado a un «evento de tal magnitud». Por eso jamás olvidará que la Unión de Festejos le haya otorgado el «honor» de dirigir este año el pasodoble que se ha convertido en el «himno» de la villa. Una obra ligada a la historia de un gran pueblo, que el maestro Miguel Villar compuso y el poeta Hipólito Navarro completó con sus célebres versos sobre «Petrel, / mi gran Petrel».

Pero todo empezó a las ocho de una soleada y plácida tarde de primavera del Medio Vinalopó.

Desde la plaça de Baix, y tras la interpretación de la Marcha Real, la junta central directiva de la Unión de Festejos acompañó a las autoridades hasta la calle Salida del Guirney para recibir a los músicos. Comenzaba entonces la Entrada Saludo de las Bandas de Música. Y tras el pasodoble Petrel tocaba recuperar fuerzas en los cuartelillos antes de comenzar la Tradicional Retreta de la medianoche. Marcharon las comparsas con alegres pasodobles hasta la ermita de San Bonifacio. Y ante la venerada imagen tuvo lugar el Saludo Ofrenda de los Moros y Cristianos, cuando todavía resonaban los versos del pasodoble: «Allá, a la ermita,/ van las plegarias / de nuestro pueblo / llenas de fe».