La procesión de Difuntos y Ánimas ha hecho historia en la Semana Santa de Aspe. Este año, por primera vez, los tronos del Cristo de la Salvación y de San Juan se han saludado en una abarrotada plaza de Santa Bárbara ofreciendo un momento irrepetible, de recogimiento e introspección. Ha sido sobre las diez de la noche del Jueves Santo, bajo el solemne ritmo de la Banda del Santísimo Cristo de la Salvación, cuando llegó el saludo de las veneradas imágenes de la Hermandad del Pueblo Hebreo y la Hermandad y Cofradía de San Juan y la Mujer Samaritana.

La procesión de Difuntos y Ánimas ha ido tomando relevancia entre los aspenses durante los últimos años. Sobre todo desde que la Hermandad del Pueblo Hebrero decidiera procesionar en la tarde del Jueves Santo, convirtiendo este día en una jornada única y especial por el ambiente que se vive en el casco antiguo de la población. Entre otros motivos al coincidir la finalización de la Solemnidades Litúrgicas con la partida, a las ocho y media de la tarde desde la parroquia del Buen Pastor, de la procesión de Difuntos y Ánimas, unido a la inminente salida de la procesión del Silencio, que partió a las once de la noche desde la Basílica, con el característico toque de la matraca y el olor a incienso que desprende el paso del Santísimo Cristo de la Buena Muerte, mientras las campanas enmudecen hasta la noche del sábado.

"Es una de la procesiones más antiguas de Aspe y la presiden los responsables de la diferentes Cofradías y Hermandades. Salen muchísimos fieles alumbrando al Cristo y se reza el Vía Crucis a lo largo del recorrido", explica David Olivares, el vigente ganador del Premio de Investigación Histórica "Manuel Cremades" por su trabajo titulado "Semana Santa de Aspe: historia, tradición y patrimonio". Un profundo estudio que el Ayuntamiento publicará en diciembre.