No hubo careo, pero las declaraciones incriminatorias de Salva y Maje ante la Policía ya están dentro del sumario judicial. Es lo que logró ayer el fiscal que lleva la acusación pública en este caso, al haber aportado como prueba de las contradicciones entre los dos acusados sus declaraciones ante la Policía y ante el juez.

Y lo hizo repasando cada una de esas contradicciones por bloques -relación entre ambos, entrega de las llaves, uso de la plaza de garaje donde se cometió el crimen...-, para lo cual contrapuso lo que dijeron tanto Maje como Salva ante la Policía -donde ambos admitieron no sólo haber planificado y ejecutado el asesinato de manera conjunta, sino también una multitud de detalles que sólo podía conocer alguien con un alto grado de implicación en la trama- como ante el juez -donde cambiaron sus versiones y él asumió en solitario la planificación y comisión del asesinato, exculpando a su amante, quien aseguró no saber siquiera que su marido iba a ser asesinado-.

El fiscal desgranó esos detalles y las contradicciones ante el silencio absoluto de los acusados, que se negaron a responder a las cuestiones planteadas por el fiscal acogiéndose a su derecho a no declarar. Y no sólo permanecieron en silencio, sino que, como en la anterior comparecencia ante el juez, el 1 de febrero pasado, no cruzaron una sola mirada entre ellos. Ni siquiera cuando cada uno de ellos, al acabar la sesión, se levantó, caminó ante el otro y se detuvo ante la mesa del juez para firmar el acta. Como si la relación de amantes que se prolongó por espacio de casi dos años y medio hubiese desaparecido de un plumazo.

«¡Ale, de vuelta a prisión!»

Los dos repitieron vestuario pero, en esta ocasión, Maje ya no llegó maquillada. Tampoco exhibió la frialdad de la ocasión anterior. Incluso llegó a realizar el gesto de limpiarse alguna lágrima. Y Salva apareció cabizbajo, pero sin el hundimiento absoluto que demostró en la ocasión anterior.

Maje fue la única que habló, pero solo para negarse a entregarle al juez las claves de acceso al chat de la aplicación Telegram que recoge sus conversaciones con Salva. Y le valió la reprimenda del juez. Tras refugiarse en excusas ajenas a su móvil, el juez le espetó: «Vamos, que se niega a dar las claves, ¿no? Pues muy bien. No hay problema. Ya las conseguiremos, con o sin su ayuda. ¡Ale, de vuelta a prisión!».

El trámite, celebrado en la sala 13 de la Ciudad de la Justicia, apenas se dilató 40 minutos, desde las 10.22 a las 11.02 horas.