El arma de fuego con la que Imanol Castillo tiroteó a su expareja antes de pegarse un tiro en la boca es una Llama del calibre 9 mm corto. Una pequeña pistola de acero bastante popular en España durante los años 60 y 70, que llegó a convertirse en el arma reglamentaria de unidades policiales y algunas militares.

Nada ha transcendido de cómo el agresor pudo conseguirla ni desde cuando estaba en posesión de ella. Son aspectos que la Policía Nacional de Elda-Petrer comenzó a investigar en la misma tarde del miércoles, después de que se produjera el atroz suceso que ha conmocionado a todo el país.

Cabe recordar que sobre el homicida pesaba una prohibición expresa de tener y llevar armas por un periodo de dos años. La privación de tal derecho seguía actualmente vigente porque la condena se la impuso el juez en enero de 2016, cuando lo declaró culpable de un delito de lesiones en el ámbito familiar. Fue un juicio de conformidad. Él reconoció los hechos y, tal como prevé la ley, se benefició de la reducción de un tercio en la pena solicitada por el fiscal, por lo que fue condenado a 40 días de trabajos en beneficio de la comunidad y la prohibición de acercarse en ocho meses a su pareja.

El calibre de la pistola que empleó en el crimen es muy útil en tareas de defensa personal y seguridad ciudadana pero, según indica el experto W.Heidkamp en su compendio sobre armas de infantería, puede resultar insuficiente por falta de potencia de fuego, penetración y alcance. Precisamente por ello la víctima logró salir del coche tras recibir dos impactos. Y aunque su expareja la remató en el suelo con otros tres disparos más, Jessyca Bravo todavía mantenía un hilo de vida cuando llegó al cercano Hospital de Elda.

El asesino tampoco murió al instante a pesar de descerrajarse un tiro en la boca. Además, en los instantes previos pudo empuñar la Llama por la calle sin llamar la atención debido a sus reducidas dimensiones -16 cm de largo, 11 de alto y 3 de ancho- y a su liviano peso, que ronda los 600 gramos.