El IV Congreso Internacional sobre Azorín en la modernidad literaria ha reunido desde el miércoles en Alicante, y en su localidad natal de Monóvar, a expertos de todo el mundo en torno a la figura del genial escritor. Un autor que dejó huella en el acervo cultural mundial y que renovó con maestría disciplinas como el periodismo, la literatura y la política.

El cónclave, organizado conjuntamente por la Diputación, la UA y la Fundación Caja Mediterráneo, finalizó ayer por la noche en Monóvar tras la proyección del documental «Azorín. La imagen y la palabra», la conferencia de la doctora Roberta Johnson de la Universidad de Kansas, los discursos de clausura del alcalde Natxo Vidal y de los representantes de las entidades organizadoras y un concierto de cámara a cargo del Cuarteto de la OJPA.

Pero el momento más íntimo se produjo al mediodía, cuando se depositó una corona de laurel sobre el panteón del genio de Monóvar. «Este acto tiene un significado simbólico y nos permite realizar una aproximación física al personaje en el mismo lugar donde sus restos mortales reposan desde hace 27 años», dijo el profesor José Ferrándiz Lozano, director del Instituto Alicantino de Cultura Juan Gil-Albert. Precisamente él fue uno de los periodistas que, en el año 1990, cubrió el traslado del cadáver de Azorín en tren desde Madrid hasta el cementerio de Monóvar. Un acontecimiento de «gran relevancia» que fue posible gracias al acuerdo que alcanzaron Agustín Rodríguez Sahagún y Luis Fernando Pérez Picó, alcaldes de Madrid y Monóvar en aquel momento.

Al homenaje póstumo de ayer, en el 50 aniversario de la muerte del intelectual de la Generación del 98, también acudió el escultor del panteón, Vicente Ferrero. «Decía Azorín que la luz es la que modela el paisaje y en la escultura también ocurre lo mismo», explicó el artista antes de realizar una descripción de su escultura, que elaboró con bronce fundido a la cera perdida utilizando la misma técnica que se empleaba 4.000 años atrás. Y la inscripción en piedra autóctona de Almorquí, con letras romanas a dos aguas, fue obra del artesano local Paco El Tranquilo. «La hizo sobre el terreno y en vertical demostrando la extraordinaria maestría de un artesano que, como él, ya no quedan hoy en día», subrayó el escultor. Al alcalde Natxo Vidal le correspondió cerrar el homenaje al maestro Azorín. Y lo hizo con el deseo de que en años venideros su obra y figura sigan estando vivas en la calle y en los colegios. Tal y como ha ocurrido en 2017 con motivo de la efeméride.