Treinta y dos peldaños de subida y treinta y dos de bajada es la dura prueba a la que Juan José Ger Marco lleva cuatro años enfrentándose para poder estudiar inglés en la Escuela Oficial de Idiomas de Elda. Ahora tiene 65 años y, aunque sufre un importante grado de discapacidad, conserva la vitalidad, la alegría y el optimismo propio de un quinceañero.

No quiere criticar a nadie ni lanzar mensajes negativos. Solo reclama «a quien competa», con el tacto, la educación y el respeto que lo caracterizan, que se pongan los medios necesarios para acabar con las barreras arquitectónicas que discriminan a los discapacitados que quieren estudiar. En este caso se refiere a quienes, como él, optan por matricularse en la Escuela Oficial de Idiomas, que se encuentra ubicada en el bloque más pequeño del antiguo instituto de Formación Profesional de La Torreta.

«No me gusta dar pena, exigir ni dramatizar, y también soy consciente de que construir un ascensor en este edificio antiguo puede resultar caro y complicado. Pero os puedo asegurar -se sinceraba mientras miraba las escaleras antes de una nueva batalla- que si me tocara la lotería pagaría yo mismo uno de esos elevadores mecánicos que se instalan en las barandillas para las personas mayores o con movilidad reducida».

La ley lo ampara y él lo sabe. Precisamente el Ministerio de Presidencia publicó en el BOE el 11 de mayo de 2007 el Real Decreto 505/2007, de 20 de abril, por el que se aprueban las condiciones básicas de accesibilidad y no discriminación de las personas con discapacidad para el acceso y utilización de los espacios públicos urbanizados y edificaciones. «Lo he hablado con mucha gente y todo el mundo me da la razón pero nadie hace nada por cumplir lo que la ley dice», señala a este diario admitiendo, no obstante, que no ha presentado ninguna petición oficial ni en el Ayuntamiento ni ante la Conselleria de Educación para que, tal y como recoge el artículo 5, se haga efectivo que «los edificios de pública concurrencia y más de una planta cuenten siempre con un ascensor accesible».

En su caso, para llegar al aula de la primera planta donde cursa el nivel intermedio de inglés, debe subir y bajar 64 peldaños. «Y como son 60 clases durante ocho meses y llevo cuatro años matriculado pues he tenido que vérmelas con 15.360 escalones», afirma mostrando un papel con las cuentas hechas. «Y la peor experiencia la tuve en los exámenes de septiembre, porque me enviaron a la segunda planta», añade sonriendo.

Y mientras el problema se soluciona una medida provisional podría ser que se impartan sus clases en la única aula de la planta baja. Sin embargo también en este caso hay seis escalones y, además, sin barandilla. «Pero yo entiendo que por mí solo es mucho lío hacer ese cambio», dice el afectado que también tiene que luchar contra el bordillo de la acera cuando sale del coche y soportar la falta de aseos adaptados en todo el centro.

Ger llegó a Elda procedente de Barcelona hace 30 años para poner en marcha el Hospital de Elda como jefe de mantenimiento tras finalizar sus estudios de ingeniero técnico en electricidad. Pero a los 58 años una inesperada enfermedad mal diagnosticada y peor tratada le causó una grave merma en su capacidad para caminar. Fueron unos momentos tremendamente duros. La paraparesia por mielopatía vascular unida a una lesión medular y una trombosis venosa profunda, entre otras patologías sobrevenidas, estuvieron a punto de dejarlo postrado en una silla de ruedas. Pero su enorme fortaleza para superar las adversidades unido al apoyo de su mujer y su hija le permitieron salir adelante y buscar nuevos retos como estudiar, viajar, apoyar a los clubes deportivos locales y nadar.

Aparcamientos

La falta de aparcamientos para discapacitados en todos los edificios y centros públicos de la ciudad, tal y como establece la ley, es una reclamación que Juan José sí ha hecho de forma oficial ante el Ayuntamiento. Una obligación que sigue sin hacerse efectiva en todos los institutos y colegios de la ciudad, en la zona interior del Museo del Calzado así como en la Fundación Paurides, el Hogar del Pensionista y en las oficinas de Correos y Hacienda. «Y junto al Ayuntamiento hay una plaza para vehículos adaptados pero deberían haber dos», puntualiza Ger al alcanzar el rellano de la escalera de la Escuela de Idiomas. Se detiene entonces diez segundos para tomar aire antes de seguir doblegando los peldaños de la discriminación. «¡Y 30, 31 y 32...misión cumplida!», exclama al llegar, sonriendo y sin rencor.