Los festeros de Aspe tuvieron ayer una jornada de sentimientos enfrentados. Por un lado demostraron su sensibilidad al acudir en pasacalles matinal desde la Plaza Mayor hasta la Residencia de Ancianos, donde visitaron a los mayores, los emocionaron durante el desfile y les hicieron entrega de un donativo económico. Un acto entrañable, protagonizado por las capitanías de las ocho comparsas y sus filas de honor, que se viene repitiendo desde que en 1978 se celebraron las primeras fiestas.

Pero la tarde del tercer día de celebración se tornó bélica con el fuego y el estruendo de la Guerrilla de Arcabuceros y la espectacular Embajada, que finalizó pasadas las diez y media de la noche con la reconquista del castillo en el parque Doctor Calatayud. Antonio Calero se estrenaba como Embajador Cristiano ante el veterano Embajador Moro José Berenguer. Ambos «bordaron» junto al joven que encarna al juglar el texto lírico del profesor alicantino David Garrido. Un acto que cada año crece en adeptos por su extraordinaria puesta en escena gracias a la cuidada interpretación, la música, la iluminación, los efectos especiales, el colorido de las escuadras de gala y la lucha a espada que realizan los especialistas. Una senda que iniciaron casi 40 años atrás Carlos Aznar y Juan Suárez. Ellos fueron los primeros Embajadores que tuvo Aspe durante once años de Moros y Cristianos. Y precisamente Carlos Aznar, ahora cronista oficial de las fiestas, fue el encargado de leer ayer, ante los reyes, sultanes, capitanes y abanderadas, la monición de entrada de la Misa Festera que el rector de la Basílica, Fernando Navarro, ofició por la tarde en honor a la Virgen de las Nieves.