Un buen amigo festero que vino ayer a tomarse el vermú a mi cuartelillo, me comentó, entre vaso y vaso, que había estado almorzando en otro de sesudos festeros -ya saben, de esos que por la noche nada de nada-, donde, entre otras cosas, le habían dicho que un servidor no hacía más que escribir tonterías. ¡Caramba! Si estos esclarecidos festeros han dicho eso, habrá que tenerlo en cuenta, pensé. Así que resolví escribir sobre algo serio. Y qué tema puede ser más serio y enjundioso que el magnífico boato que nos ofreció en la Entrada de ayer la comparsa Moros Musulmanes.

Estando contemplándolo en la calle Padre Manjón, un vejete sentado en la fila de delante preguntó a su mujer: «¿Y cuando viene la comparsa; las escuadras?» A lo que la mujer repuso que aquello -el boato- era la comparsa.

Estas palabras me hicieron caer en la cuenta de que lo que estábamos presenciando había hecho añicos aquello que durante años habíamos considerado un boato. Un preámbulo sugerente y fastuoso de la comparsa a la que toca organizarlo, y por ende, de todo el bando al que pertenece. Aunque, bien mirado, lo ofrecido se ajustaba a la perfección al concepto del término que, por ejemplo, nos ofrece el diccionario de la RAE (ostentación en el porte exterior).

Imaginé, por un momento, a la mente pensante de la puesta en escena, en el momento del fogonazo creativo, exclamar ante los miembros de la comisión organizadora reunidos: «¡¿Y si el boato es toda la comparsa?!» Tras lo cual prorrumpirían en una cerrada ovación entusiasmados por el genial alumbramiento. Y dicho y hecho. Imagino también -porque no lo sé, lógicamente- a un buen número de enfervorecidos comparsistas diseñando trajes y demás atrezo, cortando telas, cosiendo piezas, elaborando complementos, pintando accesorios€ a destajo. Y tras muchas horas de sigiloso ensayo a las espaldas, ofrecer el espectáculo deslumbrante que discurría por la calle en esos momentos. Y es que si por algo nos caracterizamos los eldenses (cagalderos; que estamos entre paisanos) es por nuestra originalidad sin tasa. Fruto de la cual, el año pasado tuvimos, por ejemplo, «boato-entierro», y este año «boato-comparsa»; o «la parte por el todo». Lo que, si se me permite, tomando prestado el concepto gramatical, podríamos denominar «la sinécdoque festera». Para que no me digan los festeros conspicuos que uno no escribe cosas serias y muy pensadas€

El concepto verdaderamente resultó fascinante, pues ponía en valor el aspecto que, hoy por hoy, constituye el principal aliciente de las entradas. Y que, quién sabe, puede acarrear la reestructuración de la fiesta a largo plazo. De vuelta a mi cuartelillo para refrescarme tras vivir momento tan intenso, me asaltó la mente una pregunta: -¿Y si siguiendo el camino de la originalidad desmedida llegáramos a todo un bando como boato?-

Recordé lo que Juan Belmonte contestó a Valle-Inclán cuando le dijo que le faltaba morir en la plaza para convertirse en el mito perfecto: «Todo se andará, D. Ramón, todo se andarျ. Feliz fin de fiestas apreciado lector.