Los comercios históricos que llevan décadas en el paisaje urbano de Elda pueden desaparecer no por la escasez de clientes en sus locales sino por la falta de un relevo generacional que se ponga al frente del negocio.

Las empresas le han ofrecido a sus propietarios la posibilidad de darle estudios a sus hijos. Así, las trayectorias profesionales de ellos se han encaminado a otros sectores o incluso ejercen su profesión fuera de Elda. Toñi de Calzados Sacristán apunta que «nosotros quisimos quedarnos aquí llevando hacia delante la zapatería» pero la situación, ahora, es diferente. En este sentid,o indica que «nuestras hijas están estudiando y si quieren seguir en el negocio estaremos encantados, pero la decisión es suya».

Los hermanos Aguado se encogen de hombros cuando se les pregunta por el relevo generacional. Sus hijos han decidido tomar otros derroteros profesionales. Cuando llegue el momento de la jubilación cerrarán las puertas como antes lo hicieron de forma callada otros compañeros.

También Octavio Ferrándiz se plantea que será el último que estará al frente del mostrador de la papelería. Explica que «un sobrino me ha comentado que estaría interesado en mantener el negocio» y apostilla «para seguir deberíamos renovar por completo el establecimiento». «Ya veremos qué pasa» concluye.

Mejores perspectivas son las de Casa Enrique. La cuarta generación de esta empresa, que se llama como su fundador Enrique Amorós, ha hecho sus primeros pinitos y está decidido a asumir sus riendas. Padre e hijo estarán durante años al mando de éste y ya están preparando una reforma integral, tanto del espacio como del producto a vender. Van a hacer suyo el refrán «renovarse o morir» para que Casa Enrique llegue a convertirse en un establecimiento centenario.