2016 se llevó a Daniel Monzó Carbonell. Falleció la mañana del 31 de diciembre a los 94 años y su partida conmovió a sus familiares, amigos, compañeros y camaradas. El reconocimiento a sus cualidades humanas fue unánime. "Bona gent": con estas palabras le evocaron muchos paisanos a lo largo de aquel día en las redes sociales. Recordaban su sonrisa permanente y su disposición perenne a la conversación, también a escuchar las razones de quienes discrepaban de sus puntos de vista.

La vida de Daniel condensa todo un siglo de historia de Novelda y de España. Desde fines del siglo XIX, los trabajadores de nuestra localidad se organizaban en las sociedades obreras que confluirían pronto en la UGT y en su emblemática Casa del Pueblo, situada en La Glorieta. La Agrupación Socialista, creada en 1907 tras una visita de Pablo Iglesias, se unió en 1921 al Partido Comunista de España, en cuyo Congreso fundacional había participado un delegado (Mariano García Cortés) que representó -entre otros pueblos- a Novelda. Entre los primeros militantes del comunismo español estuvo Daniel Monzó Vidal, su padre.

En las elecciones municipales del 12 de abril de 1931 la candidatura republicano-socialista triplicó en votos a la opción monárquica y Novelda se sumó a "los principios de la gran República Española", como proclamó el nuevo alcalde, Manuel Alberola Sellés. Daniel tenía entonces 9 años y vivía en el barrio de La Estación. En julio de 1936, cuando estalló la conjura golpista contra el Gobierno republicano, su padre era secretario político del PCE, presidente del Frente Popular local y concejal. En aquel verano de incertidumbre, cuando las tropas de África mandadas por el general Franco avanzaban hacia Madrid gracias al temprano y decisivo apoyo militar de Hitler y Mussolini, Daniel vendía por las calles el periódico Mundo Obrero, que llamaba a la defensa de la democracia y la República.

En marzo de 1937 fue uno de los ocho niños noveldenses evacuados a la Unión Soviética en barco. Otros muchachos, algunos años mayores, se habían marchado al frente de Madrid para unirse al Ejército Popular: a fines de agosto de 1936, alrededor de 150 militantes de la JSU se habían incorporado al heroico Quinto Regimiento. Daniel Monzó vivió en la Unión Soviética la II Guerra Mundial y no pudo regresar a España hasta mayo de 1957.

A principios de los años 70, con la llegada de Antonio Martín Lillo, el PCE empezó a organizar una sólida estructura provincial a partir de los grupos de militantes de Alcoy, Elche, Elda, Orihuela y Alicante fundamentalmente. En Novelda, Daniel Monzó, jóvenes trabajadores como Enrique Jacobo, Francisco Amorós Ribelles (mi padre) o Ramón Córdoba, personas más mayores, como Eugenio Asencio, Francisco Torregrosa, Agustín Ribera o los hermanos Martínez Riquelme, promovieron la reorganización local del Partido Comunista, que se concretó tras la muerte del dictador el 20 de noviembre de 1975. De manera paralela, impulsaron la creación de Comisiones Obreras, a la que a partir de 1977 se afiliaron centenares de trabajadores -principalmente del mármol- y que promovió en aquel tiempo una cooperativa de viviendas y un economato. Daniel fue su primer secretario local.

El 22 de abril de 1977, solo trece días después de la legalización del PCE, los comunistas de Novelda llenaron el Cine Dehón en un acto memorable en el que intervinieron el profesor Ramón Tamames, Francisco Amorós y Daniel Monzó. Dos años después, en las primeras elecciones municipales democráticas desde la II República, Monzó encabezó la lista comunista, que logró tres concejales y el 15,5% de los votos y apoyó la candidatura a la alcaldía del socialista Salvador Sánchez Arnaldos. La razón democrática reabrió las puertas de la casa consistorial de la Plaça Vella a los vencidos de 1939.

Daniel volvió a ser concejal entre 1987 y 1991, ya en representación de Esquerra Unida. Hasta el invierno de su vida fue un militante activo del PCE y de EUPV. Para quienes le conocimos de cerca fue parte de nuestra familia y en tantas y tantas conversaciones y momentos compartidos nos transmitió su orgullo comunista, su conciencia de clase y su afecto y amistad. Su humanidad.

En 1999, en un acto compartido con Julio Anguita en Cáceres, José Saramago afirmó que las personas humildes, las personas sencillas, pueden legarnos el testimonio de "una vida bella": "una vida de conciencia". Este fue el caso de Daniel Monzó Carbonell. Su compañero de Monforte del Cid, Francisco Lifante, lo expresa en el bello poema que leyó en su funeral en Novelda el 2 de enero: "? Esa justicia, esas manos, esas asambleas, / esa carne que contenía redención, / es Daniel Monzó. / Amigo, camarada: nuestro ejemplo?".