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Elda

La reserva del río Vinalopó

Las cifras dan la pauta objetiva sobre la importancia de la biodiversidad de este espacio natural eldense, que sigue pendiente de su declaración como paraje municipal

La reserva del río Vinalopó

Cinco ambientes diferentes, 120 especies contabilizadas entre aves y pequeños mamíferos son las cifras que ponen de manifiesto que el pantano de Elda es la reserva medioambiental del río Vinalopó. Si la degradación de las aguas, la cimentación del cauce a su paso por centros urbanos como el de Elda y el descenso del volumen del caudal han esquilmado gran parte de la biodiversidad con el que contaba este río rambla, en el pantano han sobrevivido muchas de las especies de flora y fauna. Algunas de ellas se replican a lo largo de su cauce pero no con la concentración y abundancia que se observa en el paraje de la capital del Medio Vinalopó.

Cinco ambientes diferentes conviven en el pantano: el bosque de la ribera o tarayal, el matorral en la zona más montañosa, la zona de saladar, un pequeño arenal en la zona de umbría y el carrizal. Las cifras dan la pauta objetiva sobre la importancia de la biodiversidad de este espacio natural eldense, que sigue pendiente de su declaración como paraje municipal, pero detrás de ellas existen aspectos subjetivos, que para los amantes de la naturaleza son más importantes que los números.

Así, el ambientólogo e ingeniero agrícola Ignacio Mora indica que por su canto, en un paseo de unos 20 minutos por la ribera donde se hacinan los tarays, «se pueden escuchar hasta 25 trinos diferentes». Un disfrute para los aficionados a la ornitología, que cada vez cuentan con más seguidores.

Un año

Mora y su compañera, Ana María Sáez, son los encargados de realizar un estudio de las aves y pequeños mamíferos, que habitan de forma permanente o estacional en el pantano. Comenzaron hace dos meses y durante un año observarán y cuantificarán la biodiversidad de la presa.

Los dos estudiosos de la naturaleza han dividido en cuadrículas la zona. Mediante escuchas de canto, fototrampeo, detractores de infrarrojos y algunos trabajos de anillado, los dos investigadores ha detectado especies sedentarias como el verdecillo o el jilguero. Otras que llegan en las migraciones de verano como golondrinas o abejarucos, entre otros y en invierno, los mosquiteros o petirrojos.

Zorros, tejones, garduñas y hasta el curioso y divertido lirón careto forman parte de los pequeños mamíferos que se esconden ante el paso de cualquier ser humano. Especial interés muestra Mora ante las numerosas rapaces nocturnas como el búho chico, el real o el protegido gavilán. También destaca una población de erizos, que por su cercanía a la autovía A-31, mueren atropellados. Asimismo hace hincapié en los murciélagos de los que existen doce especies diferentes en el mismo pantano. Otro de los que destaca en la catalogación realizada hasta el momento es el escribano palustre, que se encuentra en el carrizal. Mora señala que son pocas las especies introducidas en el amplio ecosistema. Asegura el ingeniero que «algún agapornis que llega desde la ciudad, pero son casos muy puntuales».

Integrantes del Observatorio del Vinalopó, organización para la defensa de la recuperación del río alicantino y de la Sociedad Valenciana de Ornitología, recuerdan que uno de los grandes peligros son las toallitas húmedas que se tiran por el retrete, que son arrastradas por el cauce hasta tejer grandes mallas, casi irrompibles que se atascan en las cañas produciendo un nefasto impacto paisajístico.

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