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Una década sorteando las vallas en Elda

Los vecinos de La Huerta Nueva esperan que el vallado sea permeable y así poder acceder al puente de La Libertad

Situación de la urbanización La Torreta-Casa Colorá. Áxel álvarez

Sin salida. Diez años después de que la mercantil Dragados vallase los terrenos de la urbanización residencial Torreta-Casa Colorá -promoción de viviendas que nunca vio la luz- las rejas siguen impidiendo el paso de los vecinos de la Huerta Nueva hacia el puente de la Libertad y por lo tanto, a la autovía A-31. A pesar de los cantos de sirena realizados por concejales de distinto signo político sobre la cercanía de que la situación se desbloquease, los vecinos ven cada día cómo el vallado sigue impidiéndoles el paso a pesar de que los viales ya están construidos.

Tras años de reivindicaciones, los vecinos de Huerta Nueva, barrio afectado por esta urbanización, no cejan en su empeño de dar una fácil solución que pasa por suprimir parte de la valla y que, a través de un de un vial se conecten sus viviendas con el puente de la Libertad. El presidente de la asociación de vecinos Las Cuatro Zonas, José Busquier, afirma que «llevamos años peleando una solución, una salida y la única respuesta que encontramos por parte de las autoridades locales es que ésta depende de la empresa porque es una propiedad privada». Y añade que la intercesión de los ediles no han dado el fruto prometido y que «todo son excusas».

Desde que en 2013, la recogida de más de 500 firmas quedaron en papel mojado, la asociación vecinal mira a la urbanización con recelo y lamenta que la respuesta a su demanda no parece estar tan cerca como algunos les hacen creer.

La solución definitiva pasa por solventar un desencuentro entre las empresas Dragados e Iberdrola, que permita dar servicio de luz a la zona y por lo tanto finalizar las obras y así que el Ayuntamiento pueda recepcionarlas. La construcción de un centro de transformación eléctrico es la clave del problema y el Ayuntamiento está atado de pies y manos pues no desea asumir unas calles que carezcan de suministro. Y así pasan los meses a la espera de este trámite que nunca llega. El pequeño paso que piden los vecinos es una muralla administrativa en la Casa Consistorial.

Busquier afirma que «la urbanización que, en un principio, se aplaudió por parte de los vecinos porque supondría la regeneración de un barrio envejecido y abría la posibilidad darle una nueva vida se ha convertido en un laberinto sin salida». Sin edificios, los viales dividen las parcelas de las que se ha adueñado las malas hierbas.

El proyecto del plan parcial Torreta-Casa Colorá fue aprobado por el pleno del Ayuntamiento en diciembre de 2001 con el socialista Juan Pascual Azorín en la Alcaldía. En octubre de 2003 la Conselleria de Territorio y Vivienda concedió la aprobación definitiva y, con todos papeles en regla, el grupo ACS inició a finales de la última legislatura de Azorín las obras de urbanización de los 97.711 metros cuadrados de los que consta la unidad. Desde entonces el amplio recinto permanece vallado y con vigilancia.

El proyecto iba a albergar 374 bungalows adosados de renta libre que se prevían construir entre el cauce del río, la Casa Colorá y el barrio de La Torreta y que años después se transformaron, sobre el papel, en edificios de cinco alturas y entresuelo con un total de 502 Viviendas de Protección Oficial (VPO). Desde entonces es una urbanización fantasma.

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