Los faralaes, las sevillanas, los geranios y las peinetas se «colaron» ayer en las fiestas de Moros y Cristianos de Villena. Había mucha expectación en Villena por presenciar el acto que, cada año, celebra la comparsa de Contrabandistas. Centenares de personas se agolparon a las seis y media de la tarde en la intersección de la avenida de la Constitución con la calle Elda para ver El Contrabando, uno de los festejos más peculiares de la celebración.

Los bailes llenaron en primer lugar la calle hasta que comenzó el diálogo entre un fraile y un ciego que parodian la sociedad española de mediados del siglo XVII. A continuación le tocó el turno a los centinelas y los Contrabandistas que querían entrar a la ciudad. Y, por último, al negarles la entrada en la villa, los Contrabandistas optaron por arrojar su mercancía a la multitud antes que entregarla. A partir de ese momento, se inició el desfile de carrozas, muchas de ellas engalanadas al estilo andaluz, desde las que se fueron repartiendo al público juguetes y chucherías que los niños situados en el recorrido agradecían alegres siguiendo a la comitiva. También resultó ayer curioso comprobar cómo muchas de las madrinas del resto de comparsas se sumaron al Contrabando con sus trajes andaluces.

En los últimos años este acto ha conseguido mantenerse y aumentar en participantes y seguidores, aunque hubo un tiempo en que desapareció. Ya en 1923 aparece documentado y después de unos años sin celebrarse, con motivo del 50 aniversario de la comparsa, se recuperó. Pero tuvo que esperar a que en 1988 el colectivo de La Navaja decidiera rescatarlo. Y actualmente es todo un éxito tal y como ayer se pudo comprobar.