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Villena

La cría de caracoles, una alternativa al autoempleo

Vicente, de profesión albañil, buscó en la helicicultura una forma de trabajo que, ahora, sirve de apoyo a la economía familiar

La cría de caracoles requiere paciencia, tiempo y mucho conocimiento acerca de estos moluscos. Áxel Álvarez

El caracol es el símbolo de la «slow life», de la vida tranquila y qué mejor lugar para criarlos que en Las Virtudes (Villena), cerquita de los parajes donde, cada vez que caen cuatro gotas, son muchos los que se lanzan a recogerlos de entre las matas de romero. En el camino viejo de las Virtudes cuando la señal avisa de la cercanía de «La Casa del Procurador» se divisa la estructura de metal y hierro mimetizada con el entorno rural dedicada a la cría y engorde de caracoles. Dentro del invernadero hay 1.500 metros de plantas, aspersores y unos 20.000 caracoles aproximadamente, que viven en unos metros cuadrados.

Allí, Vicente Abad que pasó de albañil a helicicultor -criador de caracoles-, en su reprodución y engorde es donde ha puesto las ganas de encontrar una forma de autoempleo o negocio. Al principio parecía fácil, la idea la extrajo de internet, donde en centenares de páginas cuentan las bondades de esta empresa y así, consideró una buena oportunidad, que en un terreno aledaño a su casa, en plena partida rural de Villena, los caracoles floreciesen como el romero. «Pero nada es tan fácil» asegura Vicente que ya ha sufrido el revés de que el año pasado perdiese a casi todos ellos.

El negocio no está asegurado todavía, puede que algún día se convierta en un empresario ganadero tal y como figura el licencia de apertura municipal que tuvo que tramitar en el Ayuntamiento, pero, por ahora, el dinero que llega a su núcleo familiar proviene de su empleo por cuenta ajena.

En el camino para llegar a conseguir que «La Caracolera» reporte beneficios, Vicente se ha convertido en un aficionado a estas babosas. Habla sobre sus especies, su alimentación y de la mejor forma de criarlas, como si hubiese nacido en una granja de este tipo.

La helicicultura requiere preparación y dedicación. Así como de ciertos permisos para desarrollarla, al tratarse de una actividad ganadera más. Cada dos días hay que darles de comer con un pienso especializado para estos animales; precisan su aporte de agua y un lugar donde hibernar a temperaturas bajas. Con el método de ensayo y error y la experiencia en estos años que se ha dedicado a su cría, Vicente ve como a estos moluscos, sobre todo a los más pequeños, les gusta mas el trébol que otras plantas. Y así, y con la ayuda de otros helicicultores con los que está asociado, ha logrado ser un experto en babosas.

Es una gozada ver cómo mima a los caracoles que cría de la especie «Helix Aspersa Múller» o más conocido como caracol de jardín, especie originaria de Europa. Como la mayoría de las babosas y caracoles, posee órganos masculinos y femeninos, por lo que cualquier pareja de individuos puede procrear.

Ahora, después de centrarse en su cría ha comenzado el proceso de comercialización y distribución intentando apoyarse en otras empresas. Vicente ve un futuro alentador y lleno de posibilidad aunque «no es fácil».

Una especie fecunda

El caracol de jardín es hermafrodita, ovíparo y posee una concha calcárea enrollada en espiral. Se trata de uno de los caracoles más rápidos: se mueve a una velocidad máxima de 0,05 km/h.

Hasta el primer año el «Helix Aspersa» no tiene totalmente formada su peristoma (el borde de la cocha) y está en disposición de procrear. La cópula (cuyo ritual de apareamiento puede durar entre dos y doce horas) se desarrolla en dos fechas: mayo y octubre, en las que pueden poner huevos en una horquilla que oscila entre los 80 y los 90 embriones, de los cuales el 90% logran eclosionar. Sin embargo, esta alta tasa fecundidad del caracol decae tras las dos primeras campañas de apareamiento.

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