El tórrido sol quiso dejar su impronta en la Estafeta y Embajada Mora de Elda. Había mucha expectación por presenciar el debut del nuevo Embajador Moro, David Juan Monzó, que tomaba el relevo tras la memorable herencia festera dejada por Damián Varea. Y no defraudó el nuevo emisario del bando de la media luna al numeroso público que se había dado cita frente al castillo en la calurosa mañana de ayer. David Juan tuvo la templanza necesaria para controlar los nervios del estreno y realizó una magnífica interpretación que fue muy aplaudida. Otro capítulo en la historia de los Moros y Cristianos de Elda que al mediodía de ayer alcanzaban su ecuador festero.

En poco más de una hora las tropas de las Huestes del Cadí, Moros Musulmanes, Moros Marroquíes y Moros Realistas derrotaron a las fuerzas de los Contrabandistas, Cristianos, Piratas, Estudiantes y Zíngaros. Los defensores de la media luna conquistaron la ciudad, expulsaron a las capitanías de la cruz e izaron la bandera de la media luna en la torre más alta del castillo de Embajadas.

Así finalizó, a la una y cinco del mediodía de ayer, y rozando los 30 grados de sensación térmica, la Estafeta y Embajada Mora. Un acto que gusta mucho a los espectadores como lo demuestra la gran cantidad de personas que, año tras año, dejan pequeña la plaza de la Constitución y la calle Colón para dar rienda suelta a todos los sentidos. Un escenario histórico que ayer volvía a estar abarrotado de festeros y de un gentío ávido de presenciar la batalla de arcabucería, la lucha de los Embajadores, la toma del castillo y el posterior Desfile Triunfal del Bando Moro, disfrutar con el lucimiento de los cargos festeros de las nueve comparsas, escuchar el ronco rugir de los arcabuces y la música solemne que acompañaba al boato Realista del Embajador Moro, oler la pólvora, sentir el ambiente festero y saborear un buen «mezclaico» para aplacar la sed de la contienda. Y todo ello bajo un cielo despejado, alta participación, brillante organización, puntualidad y ausencia de incidentes destacables entre los cientos de arcabuceros que, a partir de las diez de la mañana, comenzaron a tallar el aire de fuego y humo con el cincel de sus arcabuces. Desde la calle Antonino Vera a través de Padre Manjón, avenida de Chapí, Antonino Maura y Nueva, Colón hasta la plaza de la Constitución. Una hora y media después acababa el participativo Alardo y todos buscaban sombra, cubrían sus cabezas o desplegaban sus paraguas para resistir el embate del sol porque comenzaba la Estafeta.

Las palabras de David Juan Monzó exigiendo la rendición cristiana para evitar «un baño de sangre» y no tener que «pasar a todos por cuchillo» no fue atendida por el Embajador Cristiano, el veterano Isidro Juan Gallardo. En mil pedazos rompió la carta mora el centinela antes de que los dos Embajadores se enzarzaran en su dialéctica batalla en la que bordaron el papel. El cristiano defendiendo con valentía la plaza desde la fortaleza y el moro a lomos de su caballo con el firme empeño de conquistar la noble ciudad.

El parlamento duró veinte minutos pero no hubo entendimiento posible y al final los Embajadores se enfrentaron cuerpo a cuerpo. Una lucha a hierro que finalizó cuando el moro dio muerte al cristiano en la almena del castillo. Los aplausos de los Musulmanes, Marroquíes, Realistas y Huestes del Cadí que participaron en la batalla de arcabucería hicieron enmudecer a Estudiantes, Zíngaros, Contrabandistas, Cristianos y Piratas. Y mientras el Embajador Moro alentaba a sus tropas blandiendo el puño al cielo en señal de victoria la bandera cristiana fue arriada mientras se izaba la mora.

Desde 1984 en la Embajada Mora se recita el texto alcoyano, uno de los más antiguos de cuantos se conocen. Precisamente el escrito se le atribuye al eldense Juan Rico y Amat, escritor y poeta romántico que fue jefe político y corregidor en Alcoy en 1848. En ese mismo año, se decidió trasladar la celebración del acto de las Embajadas a la plaza del Ayuntamiento, centro neurálgico de la ciudad, que resultó un completo éxito de público y organización. Para ello se dispuso para cada una de las Embajadas un boato que, en la actualidad, sirve para dar realce a esta figura. Y ayer, luciéndose al máximo las capitanías moras, arrancó el Desfile Triunfal poco antes de la una y media con el boato del Embajador. En esta ocasión protagonizado por los Moros Realistas y sus escuadras especiales.

Llegaba entonces el momento de los vistosos acompañamientos de las comparsas a sus cargos festeros hasta sus respectivas sedes. Allí les esperaba el tradicional aperitivo amenizado con alegres pasodobles. Fiesta y más fiesta.

Más de 2.000 kilos de pólvora van a quemar este año los festeros de Elda. De buena parte de esa cantidad ya dieron cuenta ayer. Pero los amantes de los actos de fuego todavía tienen en la mañana de mañana una última ocasión para disfrutar del Alardo, la Estafeta y la Embajada. Pero en esta ocasión para la reconquista Cristiana cual eterno retorno.