Elda se despidió ayer de sus fiestas de Moros y Cristianos con la procesión en honor a San Antón y su traslado a la ermita. Han sido cinco días de intensa actividad y el cansancio era ayer ya patente en la cara de muchos festeros que, sin embargo, no desfallecieron a la hora de rendir un merecido homenaje con todos los honores al patrón de sus fiestas.

Poco antes de las seis y media de la tarde, cientos de comparsistas llenaban la plaza de la Iglesia y el bloque de estandartes tomaba posiciones. Si el día de la Entrada Cristiana el acto se tuvo que atrasar hora y media por la lluvia, las temperaturas que acompañaron ayer a los festeros en el fin de fiesta fueron auténticamente veraniegas pero, pese al calor, a lo largo de todas las calles por donde iba a pasar la imagen de San Antón, precedida primero por las comparsas moras y después por las cristianas, miles de eldenses abarrotaban ambos lados de las aceras para no perderse detalle.

La cruz de guía y el estandarte de San Antón portado por integrantes de la comparsa de Piratas, seguida de los embajadores moro y cristiano, David Juan Monzó e Isidro Juan Gallardo, y el bloque de estandartes de las nueve comparsas, abrieron la procesión. El redoble de tambores y las marchas sobrias tomaron el relevo ayer de los pasodobles festeros de las jornadas previas y las calles de Elda se impregnaron ayer de solemnidad para rendir tributo a San Antón.

Con pasos regios y cargados de solemnidad y rostros serios, las escuadras de las Huestes del Cadí salieron de la plaza de Santa Ana para recorrer las calles San Francisco, Pedrito Rico, Antonino Vera, José María Pemán, Dahellos, Nueva y Colón, hasta llegar a la plaza de la Constitución. Después procesionaron los Musulmanes, los Marroquíes y, por último, los Realistas, todos ellos haciendo gala de una sobriedad exquisita a la hora de desfilar en honor al patrón de los Moros y Cristianos de Elda.

Por el bando cristiano abrieron la procesión los Contrabandistas, seguidos de los Cristianos, los Estudiantes y los Zíngaros, imperando igualmente la solemnidad en cada uno de sus pasos, al ritmo de las sobrias marchas interpretadas por las bandas de música y en señal de profundo respeto al santo.

Eran las ocho y media de la tarde cuando las campanas de San Ana volvían a repicar. Las últimas escuadras de Piratas acababan de salir de la plaza y el alcalde, Rubén Alfaro y el concejal de Fiestas, Eduardo Vicente, hacían su entrada para integrar la comitiva que cerraría la procesión, junto al presidente de la Junta Central de Moros y Cristianos, Pedro García y la presidenta de la Mayordomía, Liliana Capó, acompañados por los presidentes de las comparsas y en lugar destacado, el de los Piratas, comparsa que este año custodia al santo. También los sacerdotes de la ciudad acompañaban a la talla.

Delante de esta comitiva, el santo portado y escoltado por la comparsa de Piratas llegaba a las calles de la ciudad donde le esperaban los fieles que les aplaudían y vitoreaban.