­Con el cierre de las puertas de la ermita de San Antón, Elda dijo a adiós a los Moros y Cristianos. El traslado de San Antón a su ermita a ritmo de pasodoble puso el broche de oro a las fiestas. Las capitanías de los Moros y Cristianos de Elda, primero las infantiles y después las adultas, abrieron el paso al santo. Al son del pasodoble «Abanderada» de Antonio Candel y letra de Francisco Tetilla desfilaron hasta la ermita. Entre aplausos junto a sus capitanes desfilaron las abanderadas que esbozaron un sonrisas al escuchar los vitores de los centenares de festeros que cantaban la composición y les decían «guapas».

Apiñados en la explanada y las calles adyacentes, los eldenses esperaban al patrón. Los aplausos se empezaron a escuchar cuando llegó el estandarte de la Mayordomía. Finalmente, con paso rápido, sus porteadores llevaron al santo hasta su lugar de residencia mientras no dejaba de sonar el pasodoble «A San Antón» de Octavio J. Peidró. Algunas de las festeras al ver la talla del santo le pidieron: «San Antón mándanos algo de trabajo».

Era uno de los momentos mágicos de la fiesta. Mientras, los allí congregados corearon la letra del pasodoble, haciendo hincapié en el «Que viva Elda y San Antón», sonaron los repiques de la «campanica» y los comparsistas de Piratas le dieron tres vueltas a la talla antes de la despedida.

Lágrimas

Sólo los Moros y Cristianos saben transformar las lágrimas de la despedida en intensa alegría por las fiestas que el próximo año llegarán. Así, mientras que a alguno se le escapaba alguna al ver que las fiestas de 2016 finalizaban, el resto cantaba y bailaba con alegría, en una comunión perfecta entre festeros de todas la comparsas.

El broche al momento mágico lo puso la alborada de fuegos artificiales, que se disparó desde los jardines del Peri. Cuando todo terminó, la imagen entró en la ermita y al cerrarse su puerta las fiestas terminaron.

Después, cada una de las capitanías con las bandas de música y sus acompañamientos se trasladaron hasta las sedes de las comparsas para decir adiós a las fiestas en las que han sido los protagonistas.