Una salva de arcabucería anunciaba poco antes de la una del mediodía la llegada de San Antón a la iglesia de Santa Ana, donde miles de festeros, vecinos y visitantes aguardaban la llegada de la venerada imagen. A través de un pasillo de honor, y con las tradicionales «vueltecicas» frente a la escalinata del templo, fue recibido el patrón de los Moros y Cristianos entre aplausos y vítores.

Cuando los porteadores de la comparsa de Piratas elevaron la talla extendiendo sus brazos al cielo la multitud comenzó a cantar el pasodoble «A San Antón». Una emocionante escena multicolor que se repitió en el interior de una iglesia abarrotada de gente, y que decenas de festeros quisieron recordar con sus tabletas y móviles.

En la soleada mañana de ayer, y desfilando las comparsas con alegres pasodobles, transcurrió como debía el Traslado del Santo. Desde la ermita, donde la estridente «campanica» no dejó de sonar ni un instante, hasta la engalanada iglesia las escuadras fueron pasando, una tras otra, frente al castillo de Embajadas a partir de las once y media de una jornada primaveral. Pero la ciudad despertó de la Retreta una hora antes con el estruendo de la pólvora durante el Acompañamiento del Estandarte de San Antón. Era el primer acto de fuego de las fiestas de Moros y Cristianos y los arcabuceros lo esperaban con ganas. De hecho, se ha notado un incremento en torno al 15% en el número de participantes, que este año ha rondado los 450 festeros de las Huestes del Cadí, Moros Musulmanes, Moros Marroquíes, Moros Realistas, Contrabandistas, Cristianos, Estudiantes, Zíngaros y Piratas. Y fue éste, precisamente, el orden en el que avanzaron en dos filas los arcabuceros, desde la Casa de Rosas hasta el ermita de San Antón, levantando a su paso una densa humareda. Eran las salvas por el patrón de las fiestas que ayer regresaba a la parroquia de Santa Ana, donde será festejado hasta el lunes.