Petrer se despidió anoche de sus fiestas de Moros y Cristianos de 2016 y dio la bienvenida a las de 2017 en la ermita de San Bonifacio, Mártir, la sede central del sentimiento festero. Las lágrimas emocionadas de alegría y tristeza, y las escenas de júbilo y pena, se sucedieron en la proclamación de capitanes, abanderadas y rodelas, ofreciendo a las gentes allí congregadas un momento único con el patrón como testigo.

En presencia de directivos, festeros, familiares y amigos los cargos fueron intercambiándose las banderas, las bandas y las rodelas entre abrazos, besos y sentimientos tan profundos como contradictorios. Todas las comparsas presentaron anoche capitanías completas salvo la de Labradores, que dejaba abierto un interrogante que pronto se resolverá. Y también en la ermita el presidente de la Unión de Festejos, Vicente Escolano, protagonizó otra de las escenas más singulares del último día de celebración cuando tomó su dulzaina e interpretó, en el acto de despedida a San Bonifacio, la adaptación musical de «Estaremos a tu lado», el poema de Enrique Amat que se ha convertido en el «himno» que sintetiza el sentimiento de los petrerenses por su santo.

Al finalizar la Misa de Acción de Gracias por los cinco extraordinarios días de los Moros y Cristianos de 2016, comenzaron oficialmente las fiestas de 2017 con la Bajada de Cargos desde la ermita. Las comparsas arroparon a sus nuevos capitanes, que fueron disparando al alardo hasta el final del carrer Nou. Y desde allí por San Vicente, José Perseguer y Cánovas del Castillo hasta la confluencia con San Barlolomé, acompañando a partir de ese punto los festeros a los nuevos cargos hasta sus casas en lo que suponía el colofón al primer día de las fiestas del próximo año.

A las once y media de la noche ya nadie recordaba que la jornada había comenzado a las diez y media de la mañana con la tradicional Guerrilla. Cerca de 180 tiradores, sin contar los cañoneros ni la corte que asistía a los capitanes en el duelo de Fronterizos y Labradores, quemaron los últimos kilos de pólvora ante la atenta mirada de dos parejas de la Intervención de Armas de la Guardia Civil, presentes en el principio y el final del recorrido de la calle Constitución, que felicitaron al presidente de la Unión de Festejos por el buen desarrollo del acto y el control de los festeros.

El reloj de la iglesia marcaba las doce del mediodía cuando llegaron a la plaça de Baix los capitanes, precedidos por el humo, el estruendo y el fuego. Pero no sería hasta media hora más tarde, con el último tiro a traición de un cañón estudiantil, cuando llegó la Estafeta, que se fue abriendo paso con la comitiva de Labradores, y su rítmica música de cañas, hasta un reforzado castillo de Embajadas que, este año, ha sido escoltado por las filas de Caníbales y Abadíes ataviados con sus trajes de gala. Con el cielo azul azul, un calor de verano y la carta del centinela rota en mil pedazos la plaza enmudeció porque se disponía la contienda. «Toquen llamada a esa chusma y vil canalla». Comenzaba la Embajada Cristiana y antes de que el emisario de la cruz enviara a sus tropas a la «gloriosa conquista» ya advirtió al moro: «que publiquen mi valor y tu osadía». Y con las salvas de Labradores y Fronterizos concluyó el acto y comenzó el protocolo. Todavía quedaba por la tarde disfrutar de la Subida del Santo pero la fiesta se disponía a finalizar para volver a empezar. Principio y fin.