San Bonifacio, Mártir. El pueblo de Petrer volvió a cumplir ayer con la noble tradición de «guardar y hacer fiesta» en su honor. La mañana no era apacible pero la Bajada del Santo fue masiva. Los festeros de las diez comparsas arroparon al patrón de la localidad del Medio Vinalopó en un emocionante silencio correspondido por las miles de personas que aguardaban el paso de la imagen. Unos desfilando con marchas de procesión y otros poniéndose de pie en señal de afecto y respeto.

Desde la ermita hasta la iglesia parroquial la expectación era enorme y la devoción compartida. Todos querían ver a San Bonifacio e inmortalizar el momento con sus teléfonos móviles y sus cámaras de foto y video. Hacía viento y el sol jugaba al escondite entre las nubes pero todos esperaban la llegada del «Rey de la Fiesta, el santo amigo que protege a Petrer desde el año 1614».

Cuando el último arcabuz dejó de rugir y la última rodela dejó de bailar la Mayordomía de San Bonifacio dispuso todos los detalles para que el patrón pudiera dar su histórica bendición al pueblo Petrer. Marcaba el reloj la una del mediodía cuando se iniciaba la procesión con la comparsa de Labradores abriendo el solemne acto y, tras ellos, Vizcaínos, Marinos, Tercio de Flandes, Estudiantes, Moros Fronterizos, Moros Nuevos, Moros Beduinos, Moros Viejos y Berberiscos.

«Es un momento tan especial y sentido que son muchos los festeros que desfilan con sus hijos o nietos -en algunos casos recién nacidos- con la intención de incorporarlos a las tradiciones y, de este modo, garantizar el futuro de la fiesta de Moros y Cristianos de Petrer». José Andrés Verdú Navarro no podría haber definido con más acierto la escena que se vivió ayer durante el emocionante traslado de San Bonifacio. Un festejo de sentimientos y fervores que este año, para conmemorar el 75 aniversario de la talla que elaboró el escultor villenense Antonio Navarro Santafé, ha contado con la participación extraordinaria del coro de la Unión de Festejos, cuyos componentes cantaron durante todo el recorrido el poema «Estaremos a tu lado», de Enrique Amat.

Para el cronista oficial de la fiesta no cabe ninguna duda de que «es un hecho cierto y evidente que la Bajada del Santo es un acto muy esperado y que tiene una especial significación y simbolismo para Petrer, participando prácticamente la totalidad de los festeros de todas las comparsas». Y así fue. Como especialmente intenso fue el momento en el que la imagen que todos los petrerenses llevan «en lo hondo del corazón» llegó en su carroza a la plaça de Baix, pasadas las dos y media de la tarde, y dio las tres vueltas de honor a la carrera mientras las diez bandas de música interpretaban la Marcha Real, los festeros elevaban sus gorros a un cielo que ya lucía azul, las campanas repicaban incesantes, se lanzaban cohetes y el público dedicaba una atronadora ovación con vítores al santo y a Petrer en presencia de unos cargos festeros que no pudieron contener las lágrimas. Y cuando San Bonifacio cruzó el umbral de la iglesia de San Bartolomé, todavía le tocaba a las capitanías lucirse en las calles repletas de público durante los alegres acompañamientos camino del merecido refresco en las sedes festeras. Había mucha expectación por ver los trajes de los capitanes, abanderadas y rodelas a plena luz del día y en plenas fiestas de Moros y Cristianos.

La historia se repite. Y así acabó la primera mitad del segundo día de celebración. Una jornada que despertó tras los excesos de la Retreta con el ronco estruendo del arcabuz a las diez de la mañana. El día en el que las pequeñas rodelas convirtieron las calles del casco antiguo en el escenario de sus elegantes movimientos bajo la gentil mirada de sus capitanes y abanderadas. Todo un espectáculo en honor a San Bonifacio, Mártir.