En el centro parroquial de Santa Ana la calma se termina al filo de las cinco de la tarde cuando treinta y cinco niños toman este edificio. Sus tareas comienzan saludando a los voluntarios y con el aseo de sus manos y caras. Todo, antes de sentarse a merendar. Después, en orden y en fila, se trasladan a las aulas donde realizan los deberes y reciben clases de refuerzo. Antes de irse a casa, en sus mochilas llevan el almuerzo de la mañana.

El centro Emaús, creado hace algo más de un año y dependiente de Cáritas, acoge a unos 35 niños en riesgo de exclusión. Tienen entre 5 y 12 años y son atendidos de lunes a viernes por unos 70 voluntarios. Algunos están en cocina mientras otros les imparten refuerzo escolar en las asignaturas que más les cuestan.

Una de las voluntarias afirma que «no somos una academia sino un centro de acogida». Y, con el espíritu de implicarse en la vida de estos pequeños, mantienen entrevistas periódicas con sus profesores y procuran que las familias lleven un seguimiento de sus hijos. El coordinador del centro, Paco Martín, señala que «no queremos suplir a las familias, les servimos de puente entre el colegio y así intentamos concienciarles sobre la importancia de participar en la educación escolar de sus hijos».

Son niños de diferentes religiones: católicos, evangelistas y musulmanes rodeados de crucifijos, murales de la Navidad y escenas bíblicas. El centro Emaús está ubicado en un centro parroquial y sus voluntarios son, mayoritariamente, católicos. Pero los padres no tienen miedo alguno de que intenten evangelizar a sus hijos. Cerca de la mitad de los asistentes a las clases de refuerzo son musulmanes. Martín afirma que «ellos nos cuentan sus tradiciones, incluso hemos llegado a compartir sus fiestas religiosas con sus familias» a lo que añade que «no somos un centro de catequesis».

La alimentación

La merienda es importante en el trabajo que realiza el centro Emaús. Los voluntarios intentan que sea lo más sana y equilibrada posible. Al bocadillo vespertino se le une algo de fruta y lácteos. A través de ella se trabajan los hábitos no sólo alimenticios sino también de higiene. Martín destaca que «trabajamos aptitudes y actitudes porque la pobreza no tiene porqué ser hereditaria».

Además del tentempié de la tarde, se llevan a su casa, en su bolsita, el almuerzo del día siguiente. Cada una tiene un color diferentes para que los voluntarios sepan que alimentos pueden o no pueden tomar, según su dieta y su religión.

Los alimentos llegan a través del banco de alimentos de Cáritas. Además esta organización, colabora con la mesa ISAE y Servicios Sociales que derivan a los niños que más lo necesitan a este centro. También se han sumado a proyectos numerosos patrocinadores.

Emaús mantiene una larga lista de espera que casi duplica el número de niños que pueden acoger tanto por recursos de espacio, como económicos y de voluntariado, aunque cada vez son más los vecinos que se acercan para compartir tiempo con los más desfavorecidos.