El pintor Miguel Ángel Esteve falleció ayer, a los 75 años, tras luchar contra una enfermedad que nunca ha podido frenar la gran pasión que ha sentido por el arte. Especialmente por la acuarela, de la que consiguió ser uno de los grandes maestros contemporáneos tal y como refleja la propia Enciclopedia de Artistas Valencianos.

Su última exposición la realizó en febrero, en la Casa Grande del Jardín de la Música de Elda, con una colección de acuarelas en pequeño formato que mostraban paisajes de municipios de la provincia y, especialmente, de su Elda natal, por la que sentía una especial adoración. «He tratado de buscar interpretaciones de la belleza luchando siempre para que los temas que he pintado fueran, a la vez, mis aliados y confidentes», dijo Esteve, en el acto inaugural, compartiendo en público una reflexión que ahora suena a despedida.

Fue un gran pintor y una buena persona. Un hombre de trato amable, cercano y educado que nunca perdió la sonrisa ni la ilusión por ayudar a otros pintores emergentes. Así lo hizo en la primera sala de arte de Elda, la Sala Sorolla, que abrió en los años 80 y también en la Escuela de Arte de Sax.

Se licenció en Bellas Artes y participó en numerosos cursos, en Madrid, Albarracín, Venecia o Fuendetodos. Ha recibido decenas de premios y reconocimientos y ha estado presente en numerosas exposiciones individuales y colectivas de España, Francia y Marruecos siendo, además, seleccionado para las bienales de México y Seúl. Parte de su obra se encuentra en la Biblioteca Nacional de Madrid, en el Museo del Calzado de Elda, en el Rafael Boluda de Valencia y en la galería de arte de Vancouver.

El funeral se oficia hoy a las 12 horas en la parroquia de Santa Ana. Una iglesia que plasmó en muchos de los cuadros que ahora inmortalizan su vida y su obra.