«¡Que toque el clarín llamada!». Así comenzó la Embajada Cristiana de Elda al mediodía de ayer con mucho calor, mucho público, muchas cámaras, el cielo azul, el sol radiante y la bandera mora en lo alto del castillo. En la Plaza del Ángel, que así se llamaba en época medieval la actual plaza de la Constitución, las tropas cristianas esperaban el gran momento. La Reconquista estaba próxima aunque la fortaleza seguía en manos del bando moro, que no pensaba rendirla sin plantar antes batalla.

Sólo quedaba la opción de las armas cuando el centinela destrozó con rabia la carta que el caballero cristiano le entregó con el sable. Fue entonces cuando gritó con voz grave: «¡La plaza no se entrega!» y fue entonces cuando se desató la contienda. Y como siempre ocurre en el quinto y último día de las fiestas de Elda, los defensores de la cristiandad se lanzaron al dominio de la plaza al grito de: «¡Soldados a la lucha, a la victoria!». Se escuchó entonces una ovación que cesó tan pronto comenzaron a rugir los primeros arcabuces mientras Zíngaros, Contrabandistas, Cristianos, Piratas y Estudiantes parecían mascullar entre dientes: «¡...del yugo afrentoso mahometano libertemos por fin a nuestra patria!»

Eran las 12.20 horas cuando arrancaba la despiadada lucha de fuego y pólvora. Una densa nube blanca, visible desde el monte Bolón hasta la sierra de La Torreta, se alzaba lenta hacia el cielo mientras los festeros avanzaban y retrocedían por la calle Colón haciendo estallar sus armas de avancarga.

La Estafeta y la Embajada Mora y Cristiana reúne año tras año a numeroso público, festeros de las nueve comparsas, vecinos y visitantes, que soportan con pañuelos, gorros y paraguas el habitual calor de estas fechas en los aledaños de la plaza del Ayuntamiento. De este modo disfrutan de un montaje escénico muy estudiado y cuidado que desde 2009 ha tenido por protagonistas a Damián Varea de Lamo de la comparsa Huestes del Cadí, como Embajador Moro, y a Isidro Juan Gallardo de la comparsa de Contrabandistas, como Embajador Cristiano. Y cuando faltaban diez minutos para la una del mediodía el caudillo de la media luna era muerto a cuchillo tras un emocionante duelo a espada. Y cuando el enviado real señalaba orgulloso la bandera cristiana izándose en la torre más alta de la Elda reconquistada, el griterío de jubilo de los festeros daba por finalizado el histórico espectáculo arrancando, en ese momento, el Desfile de Honor por las engalanadas calles Colón y Nueva.

Pero unos minutos antes, a las 12.40 horas, los capitanes de las nueve comparsas realizaron, al unísono, la última descarga de sus pesados trabucos. Un estruendo que hizo retumbar el suelo para dar por concluido un combate que comenzó a las doce del mediodía con la interpretación de la marcha cristiana «Lanceros», estrenada para la ocasión por el grupo musical La Bigornia Estudiantil.

Algunos festeros de Elda, los forofos de este acto -que los hay y son cada vez más- todavía escucharán hoy en su interior los 214 versos octosílabos y endecasílabos de las tres escenas que componen la Embajada. El texto extraído de «Bandera de la cruz» de Francisco Laliga, que forma parte de una obra más amplia titulada «La historia y la lira» escrita entre 1882 y 1883. A toque de clarín. Así comenzó al mediodía de ayer la Embajada de Elda.