Viernes de Moros. Tras una intensa noche de fiestas, los arcabuces anunciaron que, unas horas después, la iglesia de Santa Ana recibiría al patrón de los Moros y Cristianos de Elda. La pólvora acompañó el camino del estandarte del santo desde la Casa de Rosas, sede de la Junta Central de Comparsas, hasta la ermita del anacoreta.

Cuando el estruendo de los arcabuces se apagó, la música ocupó las calles de Elda. Después de los almuerzos, las comparsas acudieron a la confluencia de las calles Novo Hamburgo e Indepencia. Los festeros eran los dueños de la calles y más de un vehículo tuvo que esperar a que pasaran los pequeños pasacalles, que les llevaron desde sus sedes a los aledaños de la ermita.

Allí, los arcabuceros encabezaron cada una de las nueve comparsas, que desfilaron hasta la iglesia de Santa Ana. Primero el bando de la cruz, que abrió la de Zíngaros y cerró la de Estudiantes. Junto a los capitanes de ésta, desfiló el embajador cristiano. Mientras, el santo flanqueado por integrantes de la Mayordomía, de la Junta Central de Fiestas y del Ayuntamiento esperaba a que le tocase su hora.

Después fue el turno de los moros. Así, los capitanes con la sonrisa de quienes afrontan los mejores días de año y los festeros con los pies descansados para afrontar el desfile con ganas de fiesta abrieron el paso al santo.

Los pasodobles se mezclaron con el repicar intenso de la campana de la ermita de San Antón, que no paró hasta que la imagen partió a hombros de los socios de Las Huestes del Cadí, comparsa que en este 2015, tiene el honor de escoltar a la imagen. La campanilla dio las órdenes oportunas a los porteadores para que levantaran la imagen e iniciaran el camino.

El camino del santo

La mañana del viernes estuvo cargada de ritos, de tradiciones que hacen a los Moros y Cristianos de Elda diferentes a los de poblaciones vecinas. Fueron unas horas alegres en las que los pasodobles se adueñaron del recorrido, que llevó al santo desde su ermita al templo parroquial.En las calles se agolparon miles de fieles aplaudiendo a su paso al santo.

Los festeros de las Huestes del Cadí fueron quienes lo portaron hasta la iglesia de Santa Ana. Allí una multitud de vecinos esperaba la llegada del santo disfrutando de los últimos pasodobles de los Moros Marroquíes y las Huestes del Cadí.

A hombros de las festeras de la última comparsa mora, el santo dio las tres vuelta de rigor mientras todos los congregados en los aledaños de la plaza cantaron al unísono la pegadiza composición, que finaliza con el grito de «Viva Elda y Viva San Antón».

No por repetitivo, ni por sabido, ni por visto, el momento en el que los capitanes junto a los embajadores e integrantes de la Junta Central de Comparsas y la Mayordomía ven llegar al santo pierde intensidad. En los rostros de quienes levantaron el trono del santo se veía la responsabilidad y el respeto por ser las encargadas de hacer bailar la imagen en las tres vueltas que da antes de enfilar las escaleras del templo. El honor recayó en las mujeres de las «Huestes». Al dar la última de ellas, en su semblante, se dibujó un sonrisa por la labor bien hecha.

Dentro, en la iglesia, centenares de vecinos quisieron ver cómo San Antón ocupaba el trono de la iglesia. Así se dio el punto y final a la mañana festera.