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Villena

Maestro en construcción de Lego

Antonio Morata tiene más de un millón de piezas de este juego y ahora enseña a los niños

Maestro en construcción de Lego

Más de un millón de piezas de Lego reúne Antonio Morata en su casa y algún almacén. «Imposible contarlas todas» afirma su dueño. La afición por el mundo de Lego comenzó como una extensión de su profesión en la década de los 90.

Su trabajo como constructor de maquinaria le encaminó a enamorarse de este juego de bloques de plástico interconectables, creado para niños pero que engancha también a mayores. Al fin y al cabo, comenta Morata, «este juguete lleva muchos accesorios, sensores, como una máquina pero a muy bajo costo y puede hacer las mismas funciones que otros mecanismos». Así, los prototipos de las clasificadoras, etiquetadoras o cadenas de producción que se diseñaban en su empresa, primero se construían con piezas de Lego. Observaban sus movimientos y ajustaban las medidas antes de fabricarlo en chapa o aluminio. Morata destaca que «son las piezas más perfectas hechas en una máquina de inyectar, va a la décima de milímetro», y «conseguimos pequeñas obras de ingeniería».

A esta afición suya se sumó después su hijo y, junto a él, ha llegado a montar el halcón milenario de la Guerra de las Galaxias de más de 7.600 piezas. Es una de las construcciones con mayor número de bloques que viene en un caja con instrucciones. Pero, los amantes de las chillonas piezas de colores no se dedican a seguir a pies juntillas las instrucciones. Antonio Morata afirma que «desarmamos las construcciones y unimos las piezas para conseguir aquello que nuestra imaginación idea». Así, creó unas escaleras para que su hijo subiera a su cama, que tenía a cierta altura del suelo. Una de las ventajas del juego, nacido en Dinamarca, es que después de construir el objeto que figura en la caja, cada una de las piezas sirve para plantear nuevos retos.

Robótica

Un gran muñeco de Lego preside una de las salas del Espacio Joven. Espacio Joven.Es la construcción que ha acompañado a Antonio a sus lugares de trabajo y a la que más aprecio procesa. Sobre las mesas de la misma habitación se esparcen múltiples piezas de colores. Los niños, fragmento a fragmento, van conectando los bloques. Juegan a ser arquitectos o ingenieros. La afición de Morata le ha llevado a instruir a niños en estas pequeñas obras de ingeniería. Así, en las instalaciones del Espacio Joven ha montado un pequeño taller, que han invadido los peques de las casas. En él se han dedicado a reproducir fortalezas, aviones, en definitiva a jugar con las piezas, pero lo que parece una diversión termina siendo una clase de tecnología. A las construcciones les adaptan softwares de robótica. Así, con sensores de temperatura, o de luz de radiofrecuencia, diseñan maquinaria a pequeña escala.

Sus alumnos del Espacio Joven han logrado crear clasificadoras de múltiples colores y de mínimas proporciones. Después de pasar las piezas por una célula fotoeléctrica, las dejan caer en una cadena transportadora y el mecanismo robotizado reparte en distintas cubetas las fichas por colores. Y sus padres quedan maravillados con el ingenio de sus retoños. Asimismo, los niños ven cómo en un par de horas, y con un sencillo montaje de piezas adaptado al accesorio, logran que su montaje se mueva e incluso haga procesos mecánicos sencillos. Otros han optado por los coches teledirigidos. Recorrer con su bólido las instalaciones del Espacio Joven es la recompensa a días de trabajo.

Morata señala que «durante dos semanas hemos trabajado con los alumnos más avanzados para intentar que creen su propio robot». Destaca que «no es fácil proyectarlos pero hay programas de diseño, dibujo o modelado con los que los más avanzados consiguen hacerlos».

Su nuevo reto

Ahora, el reto para Antonio es montar una fábrica inteligente. Morata sueña con construir una maquinaría que llegue a manipular pequeños objetos que se muevan de forma inteligente.

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