Elda celebró ayer la Embajada Mora, un acto que rememora la conquista de los musulmanes de las tierras del Medio Vinalopó, arrebatándoselas a los hispanos visigodos, que hasta el momento vivían en la zona.

Las embajadas ponen el toque histórico a unas fiestas llenas de colorido, alegría y espectáculo. Por ello, momentos antes de comenzar el acto de la Estafeta y posterior Embajada, una voz en off relató los acontecimientos históricos ocurridos en Elda entre los siglos IX y XIV, aproximadamente, y cómo se suceden los distintos asentamientos musulmanes.

Minutos antes del acto, y cuando ya el público esperaba que el sonido de los arcabuces del alardo se agotará, la amenaza de lluvia se materializó en un breve aguacero, que posibilitó ver algún paraguas abierto. A pesar del cielo gris fueron muchos los festeros y vecinos de Elda que se acercaron a disfrutar de la representación más dramática de los Moros y Cristianos.

Después del alardo en el que los arcabuces anunciaron la Embajada, llegó la hora de la Estafeta. Un jinete del bando moro, desde la Casa de Rosas, portó una misiva al jefe del Castillo, todavía en manos cristianas. En ella se pidió que se entregase la fortaleza para evitar así un derramamiento de sangre. Pero el guerrero de la cruz desde la almena rompió la carta, despreciando así el pacto con el sarraceno. El jefe cristiano le chilló: «Elda no se rinde». Frase que provocó los aplausos y vítores por parte del numeroso público que, en los aledaños de la plaza de la Constitución y la calle Colón, se congregó para escuchar el diálogo entre los jefes de ambos bandos.

Minutos después, la colla de los Moros Musulmanes abrió el boato del embajador moro, al que acompañaron los capitanes y abanderadas de las cuatro comparsas del bando de la media luna. Así, mostraron su poderío frente a los seguidores de la cruz, que guardaban la fortaleza apostados en su entrada mientras que las abanderadas de las cinco comparsas de los cristianos sostenían sus banderas en la almena.

El embajador moro, Damián Varea, antes de demandar a los cristianos la entrega de la plaza, bajó de su caballo lamentando la osadía de las huestes de las cruz al despreciar la opción de rendirse sin usar las armas y de retar a sus hombres a entrar en la batalla.

Después, con dos toques de clarín solicitó la presencia del caudillo. Isidro Juan, embajador cristiano, volvió a despreciar las peticiones del jefe moro de entregar las llaves de la villa, a pesar de las promesas del embajador de la media luna insistiendo en que de ser así, su señor, el rey de Granada, respetaría los hogares y los ritos del pueblo de Idella, y acabaría con las penurias impuestas por el rey cristiano.

El enfrentamiento dialéctico de gran intensidad fue el preámbulo de las posteriores batallas de arcabucería. El final inevitable fue el llamamiento a las armas y el inicio de la batalla.

Primero los cristianos apostados a las puertas del castillo -ubicado en la plaza de la Constitución- retuvieron a las tropas moras. Más tarde, los capitanes moros les hicieron retroceder.

La batalla acabó con el disparo al unísono de tiradores de las nueve comparsas que conforman las fiestas de moros y cristianos de Elda: Contrabandistas, Zíngaros, Cristianos, Piratas, Estudiantes, Huestes del Cadí, Musulmanes, Marroquíes y Realistas.

Pero la contienda, no acabó ahí, el embajador cristiano se resistió a entregar la fortaleza, por lo que, espada en mano y cuerpo a cuerpo, comenzó el duelo contra el embajador moro, quien finalmente logró entrar en el Castillo y dio muerte al jefe cristiano, conquistando la fortaleza con su acero.

La Embajada finalizó con la izada de la bandera de la media luna, símbolo de la que villa está en manos del bando moro, hasta el próximo lunes, cuando los cristianos volverán a reconquistarla. Así, el ciclo de los Moros y Cristianos se cerrará.

Una vez finalizado el acto, el embajador moro, junto a su séquito y guardia, desfiló por la calle Colón en su entrada triunfal. Después, cada una de las comparsas acompañó a sus capitanes hasta sus cuartelillos.

Las embajadas son uno de los actos más cuidados de los Moros y Cristianos de Elda. El parlamento entre el moro y el cristiano se adereza con desfiles y boatos que le dan un toque más espectacular al acto. De hecho, la Junta Central de Comparsas creó, en 1976, una comisión que se encarga de las embajadas y alardos. A ello se suma las muchas horas que los dos embajadores dedican a los ensayos, a pesar de ostentar este cargo desde 2009.