«Los Salicornios» son un grupo de villeneros dispuestos a rescatar la historia local y para ello se reúnen una vez al mes en el centro del casco antiguo de la ciudad, en la bodega de «El Caracol» del Rabal. El colectivo inició su andadura en el mes de octubre del pasado año y poco a poco se han incorporado nuevos integrantes.

Después de las escasas reuniones que han mantenido ya se han planteado la recuperación de dos elementos del pasado de Villena. Uno de sus impulsores, Alán Brotons, indica que «estamos decididos a recobrar la torre del Orejón». Este es el símbolo de la municipalidad de Villena y Brotons asegura que «no nos importa el tiempo que pase, pero no vamos a consentir que en el lugar donde estaba la torre se edifique otro inmueble». La torre del reloj de la que aparecía con el toque de las horas un autómata de grandes orejas se derrumbó en 1888, pero todavía es un referente para los villeneros que no la han conocido salvo por los grabados de la época.

Otro de los grandes retos es restaurar y conservar el puente de los Espejos o también llamado de «Los Cristales». Hasta donde comienza la acequia del Rey fueron los integrantes del grupo para conocer de primera mano y con la explicación de la directora del Museo Arqueológico José María Soler, Laura Hernández, y el arquitecto, José Miguel Esquembre, el deplorable estado de la construcción.

La historia es la pasión de las 20 personas que se reúnen y cuyo objetivo es «recuperar el patrimonio a punto de desaparecer», señala Brotons. Una tarea ardua en un término municipal cargado de historia desde la Edad del Bronce hasta nuestros días.

Su propio nombre, Salicornios, pertenece al vocabulario local. Otro de sus retos es que los más jóvenes conozcan las palabras que utilizaron sus ancestros y que hacen de la lengua, uno de los elementos culturales diferenciales.

Solo una vez han salido de las cuatro paredes de la bodega para dar a conocer su actividad. Alán Brotons relata que el 28 de febrero celebramos el 489 aniversario del titulo de ciudad para Villena. Con un volteo de las campanas de la iglesia de Santa María y un brindis con vino de la tierra sellaron su compromiso con el pasado más grandioso de la ciudad.