Los trabajos de inventario de los bienes de Villena han puesto en orden 98 propiedades locales sólo en el casco histórico. La falta de catalogación y relación de las pertenencias urbanas y rústicas del Ayuntamiento en las últimas tres décadas ha ocasionado más de un quebradero de cabeza a los técnicos municipales que casi no podían reconocer si la propiedad era comunitaria o no, a pesar de estar registrada.

Escrituras, actas de Junta de Gobierno Local y diversa documentación se están cruzando para que técnicos y políticos sepan qué bienes son del Ayuntamiento y en qué estado se encuentran. Documentos que cuentan la historia de calles, que han cambiado de nombre en más de una ocasión y de propietarios que cedieron en herencia sus bienes al erario público, siglos atrás.

El primer apunte de este inventario provisional es una escritura del Registro de la Propiedad de 1978. Poco se sabe de estos terrenos, situados en los Altos de la Condomina y de los que se desconoce exactamente su ubicación. Muchos de los edificios escriturados a favor del municipio y recibidos por compras, permutas o donaciones son ahora viales, calles o zonas verdes. Por el momento, las grandes cifras en apuntes se las lleva el barrio de San Francisco. Cada una de las fincas que pasaron al municipio antes de que fuera construido hoy se conoce como el barrio de absorción o «poblado» tienen su historia reflejada en los documentos públicos.

Las 98 propiedades municipales en el casco histórico y las 245 en el término municipal son la punta del iceberg. Todavía quedan dos grandes carpetas que inventariar y con seguridad aflorarán nuevos inmuebles, que se desconocía que pertenecían a la colectividad.

Curiosidades

La decisión de poner en orden bienes municipales está sacando a la luz novedades sobre las escrituras de edificios emblemáticos. La más destacada es la de la ermita de San José.

Mientras que en el inconsciente colectivo de la sociedad de Villena la ermita de San José, en pleno barrio del Rabal, pertenece a la Iglesia Católica. Ahora, las escrituras enterradas en una carpeta dan la propiedad al municipio. También en el borrador se encuentra la historia de otra de las ermitas locales, la desaparecida de San Crispín, en honor de los zapateros. Un edificio que el Obispado de Orihuela vendió al Ayuntamiento, poco antes de que por encima de ella pasará la autovía A-31 a cambio del dinero que necesitó para reparar el tejado de la iglesia de Santiago, ésta sí, propiedad de la Iglesia.

Otra de las curiosidades que se observa en el documento, que todavía no está finalizado, es que el Ayuntamiento es el propietario de una pequeña parte de una cantera en los aledaños de la «Minica de los Colores», que se encuentra en explotación.