Prefiere mantener en secreto su identidad y su actual paradero porque teme las represalias del joven que le ha "amargado la vida" y le ha hecho pasar "cinco años de puro terror" indicó ayer llorando. De los propietarios de los cuatro pisos y el entresuelo del edificio de Elda sito en la calle Pedrito Rico ella es la que más ha sufrido las iras del veinteañero que vive solo en la cuarta planta.

"Este chico no es culpable de lo que hace. Tiene una esquizofrenia declarada y cobra una pensión del Estado como incapacitado pero vive solo y no sigue ningún tratamiento médico, y eso hace que se desestabilice; entonces se pone muy nervioso y actúa de forma agresiva y amenazante pegando golpes a las paredes, a las puertas, a los muebles e incluso a su perro", explicó recordando que ella le ha interpuesto dos denuncias en la Comisaría de Policía y también le pidió al departamento de Servicios Sociales de Elda que interviniera en este asunto. Algo que no se puede hacer si no existe una orden judicial que ordene un internamiento psiquiátrico a instancias del fiscal.

La primera denuncia se remonta a febrero pasado cuando, después de romper las manivelas y arrojar en varias ocasiones aceite y escupitajos a la ropa que la denunciante tendía en el patio de luces, esparció por toda la escalera botellas que había llenado durante días con su propio orín. La segunda denuncia fue pocos meses después cuando se lo encontró al salir de su piso inmóvil en el rellano, mirándola de forma fija y amenazante con una botella de butano en las manos. Una escena que, tal y como relataba la víctima con la voz quebrada, no puede quitarse de la cabeza. "Al final se celebró un juicio rápido pero no pedí ninguna indemnización. Sólo le pedí a la jueza que tomara medidas con este joven porque está enfermo, nadie cuida de él y supone un peligro para sí mismo y para los demás". Pero todo siguió igual así que en agosto ya no pudo aguantar más el miedo y se marchó a otro piso. "Cuando reventó la puerta de la entrada a golpes y me dijo que me iba a chafar la cabeza si me veía por la escalera, y que se iba a comprar un mazo y cuando estuviéramos durmiendo iba a echar la puerta abajo y nos iba a matar a todos, entendí que tenía que huir porque la situación estaba llegando al límite y yo ya no podía más", añadió nerviosa. El resultado de vivir cinco años en una situación de continuo temor ha sido un cuadro de crisis de ansiedad y depresión. "Es muy triste que pese a las denuncias y las quejas vecinales nadie haga nada. Lamentablemente -subrayó por último- habrá que esperar a que ocurra una desgracia". El joven, por su parte, ha rehusado hablar con los medios de comunicación.

"Pensé que en ese piso viviría tranquila"

La vecina con la que este diario contactó ayer vivía diez años en el piso hasta que en agosto se buscó una vivienda de alquiler "para huir" pese a que está en el paro. "Firmé una hipoteca -a la que sigue haciendo frente- y pensé que viviría tranquila, pero el día a día se convirtió en un infierno porque daba golpes a todas horas y sin motivo", recuerda. De hecho, los vecinos de los inmuebles colindantes de la calle Pedrito Rico también han avisado en varias ocasiones a la Policía alarmados por el escándalo. La mujer todavía tiene ropa y objetos personales en el piso pero no se atreve a volver para recoger sus cosas. "Entiendo el pánico que sufre la vecina del entresuelo porque yo también he pasado por ahí", comentó en alusión a la noticia publicada el viernes por este diario.