Se acabó lo que se daba. Las Fallas de Elda alcanzaron ayer su punto álgido y final con la cremá de los monumentos que poblaron las calles del municipio durante la pasada semana. Apenas cuatro días han estado en pie antes de ser pasto de las llamas, luciendo como el orgullo de su comisión y atrayendo las miradas de los vecinos, que no han sido inmunes a su crítica social y sátira sobre todos y cada uno de los avatares de la vida en la ciudad.

Un año, además, en el que quienes participan de la fiesta han podido disfrutar tranquilos y sin mirar al cielo, después de dos años en el que las lluvias provocaron algún que otro disgusto.

El programa del último día de Fallas en Elda comenzó de la misma forman en que acabó, con fuego. Antes de que los grandes monumentos pasen a la historia, los falleros han oficializado un recorrido por los centros de mayores y de enfermos mentales del municipio, a los que hacen también partícipes de su celebración. De esta manera, y a las 11 de la mañana, las falleras mayores y los miembros de la Junta Gestora acudían al Centro Específico para Enfermos Mentales de Elda (CEEM) para la cremá del primero de estos pequeños monumentos, a los que siguieron los de Novaire y El Catí. El encendido de estas pequeñas fallas quedó, como ocurre cada año, como un pequeño ensayo de lo que debía llegar ya por la noche. Antes de que las comisiones celebrasen sus últimas comidas de hermandad, la familia fallera se deleitó con un espectáculo pirotécnico, otra de las señas de identidad de estas fiestas.

Los patronos, en la calle

Si la jornada del sábado los falleros habían rendido homenaje a los Santos Patronos de la ciudad con la ofrenda, ayer era el turno de que los patronos de sus fiestas, San Crispín y San Crispiniano, se mostrasen ante el pueblo. La procesión significó el último acto oficial de las fiestas antes de la inevitable cremá.

Ya a las siete de la tarde era posible ver cómo las comisiones acudían a la iglesia de la Inmaculada, lugar de donde partiría media hora más tarde el cortejo de las dos imágenes, que duró poco más de una hora. Lejos de sucumbir al cansancio, los pasacalles de vuelta a las sedes fueron toda una demostración de energía.

Rozando la medianoche estaba prevista la llegada de la esperada cremá, un acto que provoca siempre sentimientos encontrados entre los falleros y que reciben con una mezcla de tristeza y orgullo. La primera en arder, como es costumbre, fue la Falla Oficial, símbolo este año de la resistencia de la Junta Gestora ante la crisis y la falta de presupuesto. Después de ella, uno a uno, acabaron siendo pasto de las llamas el resto de monumentos de la ciudad, siendo el último el de la falla Estación, que este año consiguió el primer premio.

El dispositivo de seguridad, al cierre de la edición, estaba preparado para controlar que la cremá eldense se desarrollase sin ningún incidente.