La manzana roja de Benejama asiste a su ocaso tras el esplendor que tuvo en la década de los años 30, 40 y sobre todo 50, cuando en esta pequeña localidad del Alto Vinalopó había plantados más de mil manzanos de esta variedad autóctona y única, de fruto duro y pequeño, de color rojo intenso, bocado crujiente, sabor dulce y un aroma tan agradable que llevaba a las amas de casa a utilizarlas como ambientador natural guardándolas en los armarios para perfumar la ropa de toda la familia.

Dicen los mayores del pueblo que la peculiar poma surgió de forma casual a principios del siglo XX en la finca La Torre. "El dueño les tenía dicho a sus jornaleros que no se les ocurriera cortar ningún arbusto que naciera de forma natural en la era hasta comprobar el fruto que daba. Y así nació la manzana roja de Benejama", explica Vicente Gimeno, el dueño de la última finca de esta preciada manzana que comenzó a desaparecer a mediados de los años 50 hasta su práctica extinción en la actualidad.

Fue una enfermedad que atacaba vorazmente al árbol la que puso en marcha un declive que la irrupción en el mercado de otras variedades de mayor tamaño y mejor imagen se encargaron de agudizar, unido ello a la falta de rentabilidad de un cultivo que necesita mucho tratamiento agrícola para que la cosecha no se malogre. Vicente Gimeno todavía conserva cien manzanos de la roja. Los últimos 100. Llegó a tener 500 pero ahora se está planteando arrancarlos todos y acabar con un "capricho" que le da mucho trabajo y mucho gasto. "Si no lo hago es por pena -admite- porque llevo 18 años cuidando la finca y la verdad es que me da pena abandonarla. Y eso que esta última cosecha ha sido un desastre. El pedrisco de junio me ha hecho perder 3.000 de los 4.000 kilos que esperaba recoger y para esto -subraya- no hay ninguna subvención ni ayuda oficial que valga".

La roja florece siempre por San José pero la cosecha de la próxima Fiesta del Pilar podría ser la última.