Lo que no había pasado nunca en la historia del cementerio municipal de Sax ha pasado esta semana. El sepulturero se encontró en la mañana del jueves con un problema inesperado en el momento más desgarrador, el más duro, para quien se dispone a dar el último adiós a un familiar o amigo querido al que va a enterrar.

La caja del difunto no cabía en el nicho. Y no era un nicho de la zona antigua sino de la nueva y, además, de la última tramada de sepulturas cuya construcción es muy reciente. El moderno féretro no entraba porque la parte de la cabeza era demasiado voluminosa para el nicho asignado, que es de tamaño estándar como todos los que se han construido en la última década en el camposanto sajeño.

El problema no era de profundidad ni de altura. Era un problema de anchura. Exclusivamente.

Viendo que se trataba de una misión imposible el enterrador echó mano de la paleta del yeso e intentó rebajar, a golpes, el embellecedor externo que rodeaba el ataúd por la parte inferior. Pero no pudo ser. No había manera de que la caja entrara en el hueco. Ni siquiera a empujones con la ayuda de otro compañero y del responsable de la funeraria.

Los familiares y amigos contemplaban la escena en riguroso silencio pero algunos comenzaban ya a desesperarse. Así que al conserje del cementerio no le quedó más remedio que tomar una drástica medida. Se fue a buscar la máquina radial y se empleó a fondo y con precisión para poder rebajar el féretro intentando, eso sí, minimizar los "daños colaterales". De este modo cumplió con su obligación de dar sepultura al difunto lo antes posible y con el mayor decoro posible. Tal y como fue. Pero, como es normal, a los familiares del fallecido, algunos de los cuales se desplazaron a Sax desde Elda y Dénia, les disgustó lo sucedido y así lo hicieron saber al finalizar la "accidentada" inhumación. Una queja que ha obtenido una rápida y diligente disculpa pública por parte del concejal de Cementerio, Pedro Iborra, quien ha lamentado lo sucedido pese a que no lleva ni un mes al frente del cargo. Por su trabajo él conoce muy bien el sector funerario y, casualmente, tan pronto como tomó posesión de la concejalía estuvo hablando con el arquitecto municipal con el fin de acelerar el proceso para construir, al menos, una nueva tramada de nichos con una doble finalidad. La de hacer frente a la demanda de enterramientos dado que quedan menos de 30 sepulturas libres y, al ritmo habitual de defunciones de Sax, se agotarán en un plazo de cuatro meses. Y también la de reservar las esquinas del nuevo bloque para acoger a los ataudes que, como ha sido el caso, cuenten con medidas especiales. "Entiendo el malestar de la familia porque lo que ha sucedido es muy duro pero vamos a evitar que situaciones de este tipo, que jamás se habían producido con anterioridad, puedan volverse a repetir en el futuro", comentó ayer el concejal, quien ya había previsto adoptar una solución aunque la fatalidad se le ha adelantado.

Pero lo sucedido en Sax ya ha ocurrido con anterioridad y en más de una ocasión en el cementerio viejo de Elda, y también en el de Petrer. No así en el nuevo camposanto eldense donde hay filas especiales para, precisamente, no tener que echar mano de la radial en pleno funeral.