Beneixama enterró anoche, por unanimidad y en apenas media hora, la polémica sobre la cruz franquista que el equipo de gobierno de PSOE-Junts per Beneixama retiró de la Glorieta en febrero, y que el grupo del PP aprobó reponer en un pleno de marzo gracias a la mayoría que le otorgó el voto de Juan Payá, el concejal no adscrito que fue expulsado del PSOE por apoyar, precisamente, los postulados de la oposición en torno a la Cruz de los Caídos.

Fue en la tarde de ayer cuando se celebró la tensa sesión plenaria que la alcaldesa, la socialista Amparo Barceló, convocó a instancias del Gobierno central después de que la subdelegada en Alicante, Encarna Llinares, requiriera al Ayuntamiento a celebrar un pleno en 30 días para revocar el acuerdo de reposición de la cruz. En su resolución la subdelegada advertía que el referido acuerdo atentaba contra el artículo 15 de la Ley de la Memoria Histórica. Una circunstancia que podría haber acarreado consecuencias penales por un supuesto delito de prevaricación para los concejales que votaron a favor. Una razón de peso por la que los dos ediles del PP presentes en la sesión de ayer -el tercero excuso su asistencia- y el concejal no adscrito optaron finalmente por renunciar, 18 días después, a su pretensión de volver a colocar en el centro de Beneixama un monumento que fue erigido en plena dictadura, y en cuya base todavía se depositaban coronas de laurel de forma anónima en los días señalados del Alzamiento Nacional.

En el pleno de anoche la portavoz popular Mari Ángeles Rivas leyó un comunicado en el que insistió que "la intención del PP no era la de volver a poner la misma cruz porque sería imposible dado que ya no existe físicamente", y acusó al gobierno local de incumplir el acuerdo de pleno por el que se decidió remodelar la Glorieta. La alcaldesa no quiso entrar en debate y al dar por concluida la sesión, que acabó con un sonoro aplauso del público, dijo que estaba "muy contenta y orgullosa".

Las risas de Payá tras el rifi-rafe con la secretaria

El momento de mayor tirantez del pleno tuvo como protagonista al edil no adscrito Juan Payá, que se enzarzó dialécticamente en repetidas ocasiones con la secretaria municipal. También la alcaldesa Amparo Barceló tuvo que llamar la atención un par de veces al concejal expulsado del PSOE para que sus cansinas intervenciones se ajustaran al punto fijado en el orden del día. Payá comenzó a divagar en torno a asuntos que nada tenían que ver con lo que se estaba tratando, aludiendo a cuestiones erráticas que provocaron algún que otro bostezo entre los asistentes congregados en el salón de actos. Un público en el que llamó la atención la ausencia de simpatizantes del PP, como también despertó cierta curiosidad la risa jocosa de Payá al votar en contra de la reposición de la cruz sobre la que tres semanas antes había votado a favor.