El palacio de La Colonia de Santa Eulalia que el conde de Alcudia, Antonio Padúa Saavedra y Rodríguez de Guerra, mandó construir en el año 1898 sufre un prolongado proceso de deterioro y expolio que amenaza la conservación de un edificio de enorme valor histórico y artístico que es, además, el único exponente relevante del Modernismo en el Alto Vinalopó.

La población de Sax está muy sensibilizada con la necesidad de preservar el singular conjunto arquitectónico de La Colonia y muchos vecinos llevan décadas exigiendo a las autoridades medidas urgentes y concretas para frenar el estado ruinoso que sufren el teatro, el centro administrativo, la fábrica de harinas, la alcoholera, la bodega y, especialmente, el palacio noble. Una mansión que goza de la consideración de bien de relevancia municipal y está sujeta, por ello, a una especial protección a través de las normas subsidiarias.

Sin embargo, el Ayuntamiento de Sax busca pero no encuentra mecanismos legales con los que poder obligar a los dueños a restaurar y conservar el palacete. Un propósito que parece "misión imposible" debido a la maraña jurídica en la que se halla inmersa la legítima propiedad del inmueble. Denuncias, contradenuncias y recurso sobre recurso entre familiares, herederos, propietarios actuales y potenciales y entidades financieras que se remontan 25 años atrás han impedido a las diferentes corporaciones locales encontrar un interlocutor válido para poder actuar. Y mientras tanto, la decadencia deja mella en la estructura y cubierta de un edificio único que cada año acapara la atención de cientos de turistas y expertos, que ha sido objeto de diferentes estudios por parte de la Universidad de Alicante y que, por desgracia, también está sufriendo continuos saqueos.

Los ladrones se lo llevan todo. Desde los cables de la luz, las tuberías de los desagües, el mobiliario, las puertas y las lámparas hasta las losetas del suelo, los azulejos de los zócalos, los objetos decorativos tallados en madera y la barandilla de la escalera por la que se accede al piso superior. Pero no es lo único. Los efectos del vandalismo se aprecian en la práctica totalidad de las dependencias. Cristales rotos, puertas reventadas a patadas, colillas de porros y litronas, muebles destrozados y restos de hogueras. Una desoladora imagen para la vivienda capital del poblado agrícola sobre el que Padúa Saavedra ejerció su pleno dominio junto a su adinerado socio Mariano Roncali, inspirándose para su creación en las colonias textiles catalanas surgidas con el socialismo utópico del XIX, y que comenzó a perder su inicial esplendor en 1925. El año en el que el conde falleció siendo enterrado, tal y como expresó en vida, en la cripta de la ermita de Santa Eulalia situada a cien pasos del palacio, y que él mismo fundó en febrero de 1891 tras reconstruirla sobre las ruinas del original templo de 1609.

Para Alberto Senabre, concejal de Urbanismo y Cultura de Sax, es preciso que la Diputación y la Generalitat se involucren en la recuperación y conservación de La Colonia, en su conjunto, y de la residencia del conde, en particular. Un edificio en cuya fachada todavía permanecen los dos escudos nobiliarios de armas de la familia Saavedra y cuyo jardín, que antaño fue un vergel decorado con esculturas clásicas, ofrece hoy la imagen más representativa de lo que es un palacio decadente.