Dos años lleva el Ayuntamiento de Elda facilitando a los ciudadanos la tradicional tarea de adecentar los nichos y panteones de los difuntos en las vísperas de la festividad de Todos los Santos. Con tal fin el año pasado el equipo de gobierno popular que preside Adela Pedrosa tuvo la original idea de repartir en los dos cementerios, el de Santa Bárbara y el Virgen de los Dolores, cerca de 300 bonitos calderos metálicos que llevaban impreso en letra bien grande y negra las palabras: "Ayuntamiento de Elda".

La iniciativa tuvo una gran acogida entre la ciudadanía y los sepultureros decidieron colocar los cubos en lugares estratégicos, junto a las fuentes de agua principalmente, para que los usuarios pudieran hacer acopio del preciado líquido evitando así los incómodos desplazamientos en busca del grifo más cercano.

Pues bien, el primer lote de calderos, unos 150 aproximadamente, desapareció sin dejar rastro en apenas unos días. Pero el extraño fenómeno adquirió tintes más misteriosos, si cabe, cuando se averiguó que se había producido de idéntica manera y de forma prácticamente simultánea en los dos camposantos, en el viejo y en el nuevo. Y ello a pesar de que se hallan separados por más de cinco kilómetros de distancia.

Conocedora del curioso fenómeno la concejalía de Cementerios envió una segunda remesa. Pero ésta volvió a desaparecer de forma enigmática en un tiempo récord. Bastaron un par de días para que otros 150 cubos se volatilizarán sin dejar rastro alguno. Desde entonces ha pasado un año y nada se ha sabido de la suerte que los coquetos calderos han podido correr. Pero, para demostrar que su existencia fue tan real como la vida misma, todavía pueden verse -y tocarse- dos o tres ejemplares en apartados rincones de ambos cementerios.

Este año el Ayuntamiento lo ha vuelto a hacer aunque en esta ocasión ha distribuido 2.000 regaderas de plástico debidamente colgadas en 16 módulos. Dicen los usuarios que las regaderas no son tan bonitas ni tan útiles como los calderos pero también agradecen el "detalle". El problema es que el extraño fenómeno vuelve a repetirse. Las regaderas están desapareciendo desde el mismo día que llegaron a los cementerios. Y nadie sabe nada.