"¡No perdones, no perdones!" gritaba un veterano contrabandista cuando el Embajador Cristiano se batía a vida o muerte contra el Moro sobre el castillo. Y no lo perdonó. El sarraceno fue pasado a cuchillo para contento y algarabía de las tropas de la cruz que aguardaban con sus trabucos en la plaza del Ayuntamiento. Cientos de Piratas, Contrabandistas, Zíngaros, Estudiantes y Cristianos ávidos de reconquistar Elda y ver ondear, de nuevo, la bandera cristiana en la torre más alta del castillo. Y así fue en una calurosa mañana -30 grados- que vino precedida de un ruidoso y participativo Alardo.

Pero el último festejo arcabucero de los Moros y Cristianos 2010 comenzó con quince minutos de retraso. La causa se debió a una confusión en el horario por parte de la banda de música que debía acompañar al Embajador y abanderadas del bando moro para que abrieran el acto camino del castillo. Los músicos no llegaban y los festeros se desesperaban, así que los responsables de la Junta Central de Comparsas tomaron la determinación de que fueran los músicos que debían amenizar el pasacalles del Embajador y abanderas del bando cristiano quienes acompañaran a las huestes enemigas. Comenzó entonces el acto y la banda de la morisma terminó sustituyendo a la de la cristiandad. Paradojas de la fiesta.

Acabados los tiros se dispuso la Estafeta y a continuación la Embajada Cristiana. El reloj consistorial acariciaba las doce del mediodía cuando Isidro Juan Gallardo se acercó presto sobre el caballo declamando los históricos versos y anhelante por recuperar la ciudad al precio que fuera. Le aguardaba sobre el castillo Damián Varea del Amo, cuyo centinela rompió minutos antes el pergamino de paz que el halcón cristiano le hizo llegar sin errar destino. Ni en la ida ni en la vuelta. A diez minutos de la una del mediodía, con la victoria sellada por la espada cristiana, comenzó a desatarse la euforia en forma de aplausos, vítores y arcabuces al aire. "¡Ya es nuestra, Elda ya es nuestra, pa fuera los Moros!" exclamaba un Estudiante sudoroso mientras el ufano Embajador empuñaba el acero con el rostro satisfecho y los brazos en alto en señal de victoria.

Minutos después de que la bandera de la cruz volviera a presidir el castillo de Embajadas comenzaba el desfile de honor del Embajador Cristiano con las capitanías y las escuadras de arcabuceros. Desde la calle Ortega y Gasset las comparsas se dirigían raudas al merecido refresco en sus sedes con alegres pasodobles, los estandartes abriendo paso y las capitanías cerrando filas. Todas las comparsas excepto la de los Musulmanes, que se encaminó con su banda de música, como es costumbre en la entidad, al geriátrico de El Catí donde cada año le dan una grata sorpresa a los eldenses mayores que no pueden salir a la calle para ver los desfiles en los que muchos de ellos participaron años atrás. Así es la fiesta.