Muy lejos quedan ya aquellos días de Pascua en los que centenares de vecinos de Elda y Petrer abarrataban el Arenal con sus cestas de la merienda. Eran otros tiempos y era también otro Arenal, antes de que los camiones empezaran a llegar para llevarse toneladas de arena con destino al sector de la construcción. Declarado paraje protegido, y con apenas una cuarta parte de la arena que llegó a atesorar, en la actualidad no está permitido subir y la zona ofrece una estampa muy diferente a la que tradicionalmente se registraba año tras año en los días de Pascua, cuando familias enteras y numerosas pandillas de jóvenes campaban a sus anchas para merendar y dar cumplida cuenta de la tradicional mona.

Fieles a la tradición, heredada de padres a hijos, algunas familias se daban cita ayer en el Arenal, aunque eso sí ofreciendo una imagen muy distinta a la de hace años. La protección del paraje sólo permite a día de hoy campar por las faldas y una brigada medioambiental del Ayuntamiento de Petrer vigila la zona para que los visitantes no penetren en el perímetro protegido. La arena, procedente de la meteorización mecánica del Valle del Vinalopó, no se ha regenerado tras el "expolio" llevado a cabo en los inicios del "boom" de la construcción, y el Arenal ya no es aquella "playa de interior" que muchos aún recuerdan con cariño y, sobre todo, con nostalgia. María Isabel de la Calle, presidenta de Mosaico, lo recuerda bien: "Prácticamente todo Elda se reunía en Pascua en el Arenal, especialmente el domingo. A la zona llegaban auténticas riadas de gente, mayores, jóvenes y niños, cargados con las cestas de mimbre con la merienda, con la mona, longaniza seca, atún salado, tomates y las botas de vino. Era tradición subir arriba del todo. Había una cantidad de arena tremenda y era una maravilla", rememora.

Aunque lejos de ser lo que fue, y de acoger aquellas reuniones multitudinarias en los días de Pascua, la protección del paraje busca, además de preservar el entorno tras su sobreexplotación, incentivar el interés de los visitantes a través del diseño de una ruta, denominada "el paseo de las dunas" que, en un recorrido estimado de 45 minutos, permite observar los cultivos tradicionales de la zona, la erosión eólica de las rocas o la microrreserva de flora.

No sólo el Arenal concentraba multitudes en los días de Pascua. Muchos recuerdan con la misma nostalgia los días de Mona en el Santo Negro, un pequeño monte donde se daban cita centenares de eldenses, especialmente el lunes. El lugar empezaba a poblarse después de comer, cuando iban llegando familias y pandillas de jóvenes dispuestas a pasar la tarde de Mona. "Íbamos con las cestas, cantábamos, jugábamos a la comba... Nos quedábamos toda la tarde, hasta que sobre las ocho se ponía el sol", recuerda María Isabel de la Calle. En aquella zona se enclava ahora el parque de San Crispín, con sus mesas de merienda y sus barbacoas. La zona congregaba ayer un nutrido grupo de familias, ya no tanto con motivo de la Mona de Pascua, como de ser un día festivo, ya que habitualmente el parque registra un importante trasiego por parte de familias que aprovechan para pasar el día al aire libre.

El monte Bolón y la casa de Tía Gervasia

Las excursiones a otros puntos de la provincia, en muchos casos a la playa, y las reuniones en casas de campo privadas fueron poco a poco "minando" la tan arraigada tradición de la Mona en puntos emblemáticos de Elda, como el Arenal, el Santo Negro, el Pantano o la Tía Gervasia. Si el domingo de Pascua, era el día del Arenal, y el lunes el del Santo Negro, el martes la tradición "mandaba" ir a Tía Gervasia, a las faltas del monte Bolón. La zona recibe el nombre de una pequeña casa de campo, donde su propietaria, la señora Gervasia, vendía refrescos, pan y cerveza. De la casa, que fue derribada hace años, apenas quedan los restos, al igual que también, a nivel general, se ha perdido la tradición de comer la Mona en la zona, que hace años congregaba a cientos de personas. La tradición de Pascua se ampliaba hasta el miércoles, cuando familias y pandillas se juntaban en el campo para degustar los bocadillos de atún salado con aceite.