El sueño verde del grupo de empresarios Combustibles Ecológicos del Mediterráneo (Cemsa), una planta de biodiésel que esperaba producir más de 20.000 toneladas de ecocarburante cada año, ha tardado menos de once meses en convertirse en una negra pesadilla para sus dueños y sus empleados. El alto coste de producción y la dificultad de vender un producto todavía novedoso para el sector del transporte han provocado un desajuste en la balanza de gastos y beneficios de la empresa de tal envergadura que sus propietarios se ven en la necesidad de encontrar compradores para evitar echar el cierre definitivamente.

Fuentes de la empresa confirmaron a este diario que "el elevado precio de los aceites vegetales como el de soja" y "la escasa oferta de aceite usado", las principales materias primas de que se nutre la fábrica de Cemsa, han disparado el coste de reciclar estos aceites y transformarlos en carburantes ecológicos.

Además, las citadas fuentes añadieron que las ventas del producto no han funcionado como esperaban desde que se decidió crear la empresa en el año 2005. Pese que el Ministerio de Industria consideró en su borrador del Plan Nacional de Energías Renovables que las condiciones eran idóneas para invertir en la fabricación de ecocarburantes, dadas las reformas fiscales acometidas y la expansión del sector industrial que había experimentado el país en aquel momento, lo cierto es que el contexto económico actual dificulta mucho el desarrollo de sectores incipientes como el carburante ecológico. "En España sigue habiendo muy poca demanda de ecocarburantes. Además, no es sólo un problema nuestro. Holanda, Alemania y toda Europa está acumulando su producción de biodiésel porque el de Estados Unidos es más barato, al ser un producto muy subvencionado por el gobierno", comentaron fuentes de Cemsa.

La gerencia de la empresa trató de compensar, con aceite usado, la dificultad de producir carburante a través de aceite de soja y de girasol debido a su elevado coste. Las redes de recogida de aceites vegetales en hogares y establecimientos de hostelería con las que ha trabajado Cemsa no han logrado solventar el problema de la planta.

A día de hoy, los propietarios tratan de cerrar la venta de este complejo ubicado en Finca Lacy, única fábrica de biodiésel de la provincia. "Estamos en conversaciones con un consorcio de empresas bastante potente, aunque aún no está cerrado", afirmaron las fuentes consultadas. En caso de no fructificar las negociaciones, los dueños de la planta podrían plantear "el reflote de la fábrica con una ampliación de capital" para evitar su cierre y la consecuente despedida de una decena de empleados.

Dos desalojos y dos sanciones

La planta de biodiésel de Elda inició su producción a comienzos de 2008 con la expectativa de producir 7.000 toneladas de carburante al año, cifra que ya quedaba lejos de las 20.000 anuales que se calculaban en junio de 2007.

Hasta hoy, la fábrica ha tenido que hacer frente a varias amonestaciones y a dos sanciones por vertidos no autorizados en la red de alcantarillado interpuestas por la concejalía de Medio Ambiente. Además, el día 23 del pasado mes de diciembre, dos ex empleados de la planta pusieron de manifiesto la asfixia económica que padecía la empresa. Los trabajadores, que exigían a Cemsa el cobro de cerca de 3.000 euros en concepto de nóminas sin abonar y finiquitos, tuvieron que ser desalojados del interior de la nave por la Policía Nacional.