«Vi a los seis chicos arreglando el partido de fútbol en la plaza. Al momento el suelo se vino abajo. Eso no se me olvida en la vida. Oí muchos gritos y se formó una nube de polvo enorme». A sus noventa años, Vicenta Peral recuerda el hundimiento de la plaza de El Raval, casi como si fuera ayer, incluso donde se encontraba la entrada a la galería y las escaleras. También Clara Pastor, que con 14 años fue testigo de aquel 14 de mayo de 1955, cuando la tierra se abrió y seis jóvenes quedaron sepultados en un refugio de la Guerra Civil. «Después del accidente todos los días había guardias delante de mi portal para poner orden en aquel caos», recuerda una de las vecinas que vivió en primera persona la tragedia del barrio ilicitano, donde ayer el equipo de gobierno colocó una placa conmemorativa.

Como ella, tampoco quiso perderse el acto Baltasar Sánchez, que con tan solo cuatro años de vida presenció el antes y el después del accidente y que, pese a la corta edad que tenía entonces, ayer todavía se emocionaba al recordarlo. «Pasé quince minutos antes por la plaza. Mi familia tenía un bar cerca, el Tío Baltaro. Se me quedó grabado todo, también el día del entierro. Fue muy triste».

El hundimiento de la plaza de El Raval hace ya 63 años marcó sin duda la memoria colectiva de aquellos que vivieron la tragedia muy de cerca, incluso de sus familiares descendientes. Así lo dejaron reflejado muchos de los vecinos que ayer quisieron formar parte del homenaje a este capítulo de la historia de la ciudad que sobrecogió a todos.

Aquel sábado, un grupo de amigos, jugadores del equipo de fútbol Arrabal, acudieron a al punto de encuentro del barrio. Bajo aquella plaza se situaba una de las trece galerías subterráneas que se construyeron en Elche para refugiarse de los bombardeos de la Guerra Civil y que en los últimos meses han centrado todas las miradas, por la consideración que hace el Consell como Bienes de Relevancia Local y por la existencia de una de ellas bajo el Mercado Central.

Ese sábado de 1955, en el que los jugadores se juntaron para hacer una buena obra y ayudar económicamente a un compañero, fue diferente y acabó en una desgracia y a quince metros de profundidad. José Canals, Jacinto Agulló, Vicente Arróniz y Rafael Palau fallecieron sepultados, y Juan Garzón y Fermín Bernad consiguieron salir con vida. Así lo recordó ayer el historiador Miguel Ors. Tras el hundimiento, ocurrido pasadas las 21.30 horas, comenzaron las labores de rescate, las brigadas municipales, bomberos y numerosos vecinos se volcaron para buscar supervivientes. No fue hasta el día siguiente cuando encontraron a los dos jóvenes vivos, después de 48 horas. El comercio y la industria cerraron para despedir a las cuatro víctimas en un entierro al que acudieron más de 30.000 personas y que, según apuntaron los cronistas, «hizo llorar a todo un pueblo».

Con esta historia a sus espaldas, desde ayer El Raval tendrá más presente aquel luctuoso suceso con una placa presidiendo la plaza. El objetivo, tal y como apuntó el alcalde, Carlos González, es «evitar que una tragedia se olvide y que quede en la memoria».