Información

Información

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Escritor

Landero: «El éxito es una droga adictiva en estos tiempos»

El ciclo La dignidad de la palabra vive esta tarde, a partir de las 20 horas, su penúltima jornada en el Gran Teatro

El escritor extremeño Luis Landero estará presente esta tarde en el Gran Teatro de Elche.

La celebración del Día del Libro esta semana ha sido muy seguida en toda España. Buena noticia para la cultura, ¿no?

Me parece muy bien que se celebre el Día del Libro. Lo que no me gusta tanto es que parezca una boda o una comunión y que, el resto del año, el 40% de los españoles no lean un puñetero libro. Pasé esa jornada en Madrid con el ganador del Cervantes, Sergio Ramírez, y con Juan Cruz, charlando con los lectores, y eso es magnífico. Hay que hacerlo más a menudo. En España, hacemos las cosas a lo bestia o no las hacemos. También sucede que la literatura, la cultura y las humanidades parece que van a menos y que ahora la gente sólo se dedica a chatear y tuitear.

¿Se ha saturado alguna vez de escribir durante su vida?

En la vida, uno se satura de casi todo y tiene que descansar. También te saturas del amor, de la amistad, de la comida, de las copas o de la filosofía. No es raro que alguien que vive como yo, entregado al oficio de contar historias, se canse. Pasa en todos los trabajos. ¿Los periodistas no se cansan de preguntar?

¿La actualidad influye en el desarrollo de sus novelas?

De vez en cuando se filtra algo. Las novelas, con sus personajes de ficción, son mundos permeables al exterior. La actualidad la vivo con incertidumbre y alegría, como cualquier ciudadano. Mis libros son espacios cerrados, de ficción. No hay demasiado de actualidad en mis novelas, sí en obras posteriores en las que me impregno de lo que hay alrededor y también de un aprendizaje social, político o amoroso. Pero lo que se filtra no lo hace de manera simultánea a la escritura.

¿Qué observa en España?

Lo mismo que en el resto de los países: mucho miedo. La gente tiene incertidumbre respecto a lo que va a venir, el futuro siempre es un ogro y, por eso, nos echamos en manos de machos alfa como Trump, Putin o Berlusconi. Esto es fruto del miedo personal a perder el bienestar y la armonía social. El miedo es malo porque nos hace conservadores y cobardes. Luego podemos entrar en detalles concretos de España, pero prefiero no hacerlo porque sería demasiado largo.

Como sociedad, ¿hemos mejorado moralmente?

Sí que se ha mejorado en comparación con épocas anteriores. Ahora estamos retrocediendo. El problema es que la Transición fue prometedora, comenzamos bien porque llegaba dinero de Europa. Contábamos con una escalera de color para invertir en educación, innovación, ciencia y acabar con las asignaturas pendientes. Ese sueño de la Transición se ha quedado en nada y ha resucitado la España eterna del bipartidismo, el encogimiento de hombros, la corrupción política y el mirar para otro lado.

¿Está decepcionado?

Sí, porque se prometió mucho y no se ha llegado al destino. Aún así, hemos conseguido bastante, tiempos de paz y bienestar que son una excepción en nuestra historia. Nos hemos acomodado en la rutina. No sé porque un escritor tiene que responder a estas cuestiones, parece que tenemos que saber de todo cuando sólo nos dedicamos a contar historias. Siempre nos preguntan por lo que pasa en España y en el resto del mundo.

¿Qué futuro le queda?

Lo que me espera del futuro es lo peor, lo más corto y empinado. Para el resto de la gente será lo que ellos quieran. Cuando hablo con los jóvenes en universidades y escuelas veo personas inquietas, con ganas de saber y mejorar, y eso es un motivo para ser optimista. Se puede ser pesimista u optimista a la carta, hay motivos para todo. Prefiero lo segundo, porque veo a los jóvenes con ganas de hacer cosas y me parece desleal pintar un futuro negro.

¿Cómo fue su cambio de un niño que se crió en Extremadura a un adolescente en Madrid?

Lo que más marca no es salir del pueblo, es la infancia, ese gran almacén de experiencias que se acumulan en la memoria. Es lo que recordamos vagamente y lo que la razón no controla, la edad más fructífera de la vida, al margen de ser la más feliz. Haber emigrado también me permitió conocer dos mundos, el rural de los años cincuenta y el urbano e industrial de los sesenta.

Sería un cambio grande...

Eran dos mundos totalmente diferentes, separados por una gran distancia. En mi pueblo de Extremadura vivíamos como si estuviéramos en el siglo XIX y de ahí pasé a un Madrid que estaba experimentando un boom económico. Pasé del mundo milenario de los campesinos al prometedor de los urbanitas.

Durante su carrera ha recibido muchos premios, ¿qué han supuesto para usted?

Se agradecen siempre, sobre todo en la gente insegura como yo. No tienen mayor importancia, son como el éxito, experiencias superficiales. El éxito es una droga adictiva en estos tiempos de televisión y redes sociales. El que lo prueba tiene difícil salir de ahí.

Lo último en INF+

Compartir el artículo

stats