La de ayer fue una jornada de contrastes en General Cosidó. Incluso desde mucho antes de certificarse los resultados. Por la mañana, la euforia, más o menos contenida, era la tónica en el grupo de Alejandro Soler. Mientras, en el entorno de Ana Arabid y de Carlos González, el nerviosismo y la incertidumbre eran una constante. A esas alturas, y una vez que había salido adelante el informe de gestión, aún se soñaba con un resultado más o menos reñido en la lista que acabó hundiéndose.

De hecho, la duda estaba en si los afines a Alejandro Soler podrían tumbar la gestión de la Ejecutiva. Al final, contó con 57 votos a favor, 33 abstenciones y cuatro en contra. «Lo normal es que se apruebe la gestión a los secretarios salientes. Hasta se aprobó la de Almunia», comentaba un militante a las puertas de la sede. «Alejandro Soler no podía hacer que se votara en contra, ya que todavía sigue reprochando que se hiciera eso con Alarte», apuntaba otra persona. El caso es que salir salió. Al fin y al cabo, se había dado libertad de voto a todos. Y así transcurrió la mañana, con un solo matiz: un pequeño rifirrafe entre el secretario comarcal, el también sanchista Vicente Alberola, con González, que acabó tensando la situación, aunque se quedó en nada.

Por la mañana, de hecho, uno y otro candidato presentaron ante la asamblea sus cartas. Soler demostró que aún sigue teniendo garra, aunque trató de mostrarse contenido. Arabid, siguiendo la tónica de las últimas semanas, tiró de prudencia. Y, en esas se estaba, cuando a las puertas de General Cosidó corrían las apuestas. Los de Soler no dudaban de la mayoría. La duda estaba en si el porcentaje estaría más cerca del 60% ó del 70%. Los de Arabid confiaban en un resultado más o menos ajustado, a favor de unos o de otros. Mientras se hacían las quinielas, a las puertas de la sede se preparaba una gran mesa. Soler había organizado una gran comida con los suyos. Había que sacar músculo, y más cuando las puestas en escena están entre sus puntos fuertes.

Las cosas cambiaron cuando se abrieron las urnas. Fue entonces cuando hasta los de Arabid tiraron la toalla. Soler había votado muy arropado por los suyos nada más comenzar todo, y la puntilla llegó cuando aparecieron varias decenas de militantes a los que desde el grupo de Ana Arabid no se había tocado. Del nerviosismo en los rostros se pasó a caras totalmente desencajadas. «Aquí estamos, aguantando», decía uno de los referentes del bando perdedor antes de conocerse las votaciones. «La que nos espera en el Ayuntamiento», comentaba uno de los ediles del lado opuesto a Soler. Ana Arabid, mientras, aguantaba el tipo flanqueada por el mismísimo Carlos González.

El recuento se hizo interminable. Primero había que contabilizar las papeletas de la comarcal. Certificada la muerte del otro grupo, Soler se dirigió a Arabid y le alzó la mano, y después se fue a saludar al alcalde. Diego Maciá o Antonio Rodes fueron de los que más pronto hicieron mutis por el foro. Ya en su comparecencia, Soler se empeñó en hablar rodeado de todo su grupo. Mientras, José Pérez, secretario de Organización saliente, esperaba para poder echar la llave a la puerta. «¿Salen ya?», preguntaba. «Total, va a ser la última vez que cierres la puerta», le respondió alguien. «También es verdad», asintió. Poco a poco iban saliendo. Fuera seguía la fiesta.