Una de las líneas de investigación que tiene abiertas el proyecto continental Horizonte 2020 es la de la creación de un banco de córneas bioartificiales a nivel mundial, que permitan reproducir con semejanza la lente natural que se sitúa en la parte frontal del ojo y luchar contra la ceguera. Esta iniciativa científica, que cuenta con la financiación de la Unión Europea, cuya aportación es de 6 millones de euros, tiene involucrado a un consorcio de trece entidades de países como Suecia, Dinamarca, Alemania, Holanda o Suiza, entre universidades, hospitales y empresas. La participación española llega de la mano del grupo de Neurobiología Ocular del Instituto de Neurociencias, centro mixto de la UMH y el CSIC, y ubicado en el campus de Sant Joan d'Alacant.

El proyecto, de cuatro años, se encuentra en la actualidad en su ecuador. El equipo que dirige la catedrática de Fisiología e investigadora Juana Gallar tiene la misión de encontrar el mecanismo que permita recuperar la sensibilidad del ojo una vez que se le trasplanten las córneas de plástico que desarrollan el resto de los socios del consorcio europeo. Otro de sus objetivos es el de que el material artificial se asemeje al máximo en su comportamiento al tejido original.

El paquete de trabajo número siete de esta investigación es el que se está desarrollando desde la Universidad ilicitana. «La córnea es una zona muy sensible, sólo tenemos que pensar en lo que nos pasa cuando se nos introduce una simple mota de polvo en el ojo», explica en este sentido Juana Gallar.

La investigadora, junto a sus compañeros, trabajan intensamente para que los nervios asuman el material artificial de manera natural, sin producir dolor y logrando que otros mecanismos, como los de los reflejos del parpadeo o el funcionamiento del lagrimal, mantengan su ritmo previo a la intervención.

Trabajar la sensibilidad corneal para conocer los estímulos dolorosos es una de las claves que realiza el equipo encabezado por Gallar, en el que también están presentes la investigadora Mari Carmen Acosta, Laura Rincón y José Antonio Gómez. Un congreso de oftalmología puso al Instituto de Neurociencias en contacto con este proyecto de la UE y, desde entonces, trabajan en el laboratorio para dar con el método óptimo que reduzca los dolores relaciones a los problemas oculares.

En el campus de Sant Joan se realizan ahora ensayos clínicos previos a la intervención con seres humanos. «Vamos por delante, nos encontramos en la fase anterior a la clínica. Nuestra misión consiste en dar con las moléculas que favorezcan la recuperación óptima de los nervios que mantienen relación directa con la córnea», señala Gallar. Su labor se centra en mitigar el dolor que puedan producir en los individuos trasplantados las partículas externas. «La mayor parte de las personas que se operan de miopía pasan entre seis y ocho meses con molestias. Cuando los nervios se regeneran, se disparan de manera anómala. Nuestro principal objetivo es evitar que los nervios se disparen de esta manera para reducir el dolor», sintetiza la investigadora.

De los 6 millones de euros que aporta la UE, 400.000 van a parar a la UMH en la pionera de sus participaciones en el programa Horizonte 2020. Esta financiación permite seguir trabajando en los ensayos para que los nervios se regeneren de manera natural, como si en ellos no se hubiera producido ningún tipo de lesión para trasplantar una córnea artificial. Uno de los campos de actuación pasa por luchar contra la llamada sensación del «nervio fantasma», en la que las fibras nerviosas intentan crecer hacia zonas que ya no existen.

«Entre los objetivos fundamentales de nuestro grupo, está el de la enervación sensorial de la superficie del ojo. Esta enervación es muy importante para que el ojo se mantenga en su correcta humedad», subraya Acosta. Arrest Blindness es el nombre original del proyecto comunitario que busca nuevos materiales que permitan la regeneración de tejidos y de nervios en la córnea, con el fin de combatir contra la ceguera de origen corneal, muy extendida, sobre todo, en aquellos países que apenas cuentan con donantes.

Los trece socios europeos que actualmente están implicados en este proyecto emplean materiales naturales para que las córneas implantadas no produzcan rechazo en los pacientes y que sean relativamente fáciles de construir, no sólo en el primer mundo, también en zonas como la India o países de África en los que apenas cuentan con recursos de este tipo. Uno de los «partners» holandeses, por ejemplo, está trabajando con escamas de peces, un material similar a las uñas, bioquímicamente hablando, para crear las lentes.

Otra de las prioridades puestas en marcha es la de desarrollar ensayos clínicos para poder responder a situaciones de demanda inmediata, como puede ser en el caso de accidentes, en los que se tenga que sustituir la córnea con urgencia para que el afectado no pierda el ojo.