La Unión Europea es el eje central de la jornada de hoy, ¿cuál es su estado actual?
Para saber a dónde vamos, debemos saber quiénes somos y de dónde venimos. El momento actual es convulso, con la crisis de los refugiados, los éxitos de los partidos populistas y con fobia a la UE y la desafección de la población. Pese a ello, en los últimos 18 meses hemos vivido una primavera europea.
¿Por qué cree que se ha producido una primavera europea?
Porque hay crecimiento económico, bajada del paro y subida de la confianza que tienen los ciudadanos en la UE. Y todo esto ha ocurrido con tres crisis abiertas: la económica, la de los refugiados y una tercera de identidad, con el Brexit como referencia. También hemos visto otros movimientos similares en países como Holanda o Francia, con el crecimiento del partido de Le Pen. Vivimos una crisis existencial porque, a los problemas económicos, se añadió en octubre de 2015 la llegada de 10.000 refugiados al día a territorio europeo, lo que provocó el aumento de los partidos populistas.
Está dibujando un escenario que es muy conflictivo...
Es que hemos atravesado por momentos peligrosos y, aún así, en el último año y medio se ha renovado la fe en la integración y estamos más unidos que nunca. Después de las dos grandes guerras, camparon a sus anchas el autoritarismo y los nacionalismos. Estas cuestiones se han vuelto a replantear con el Brexit. La conclusión a la que ha llegado la ciudadanía es que la UE hoy es más necesaria que nunca, incluso más que en la época posterior a la Segunda Guerra Mundial.
¿Y hacia dónde se dirige?
En este momento, el ritmo de la historia se ha acelerado y es difícil predecir el futuro. El libro blanco que la Comisión ha publicado con los horizontes para 2025 señala que existe la posibilidad de seguir igual, con 27 miembros, de ir a menos y centrarnos en un mercado único o de ir a más globalmente, reforzando las instituciones y mejorando los procesos de toma de decisiones. Para esto último, habrá que pulir muchos defectos. Cada vez son más los analistas que consideran que nos dirigimos a hacia un modelo a diferentes velocidades.
¿Cómo ve usted este posible modelo a varias velocidades?
Que 27 países tomen decisiones por mayoría cualificada es muy complicado. Lo vemos con las cuotas de distribución de refugiados, con estados como Hungría, Polonia o República Checa en contra. Cuestiones como la unión fiscal o la defensa europea son difíciles, siempre habrá quien no quiera formar parte de estos proyectos. Las ideas deben ser asumidas de forma entusiasta por los que participen, no es bueno contar con países reticentes, que pongan obstáculos y frenen.
Uno de los asuntos más espinosos de los últimos tiempos ha sido el del Brexit...
Ha sido el catalizador de muchos problemas que nos plantean hacia dónde vamos. El Brexit no tuvo una respuesta contundente por parte de la población, la votación fue muy ajustada. Los que votaron a favor fueron la Inglaterra y la Gales rural. Londres, Oxford, Cambridge, Escocia, Irlanda del Norte o Gibraltar votaron en contra. Los menores de 45 años también lo hicieron. Es negativo que se haya tomado esta decisión sin tener a favor la opinión de la juventud. Fuera de la UE hace mucho frío y ahora lo van a descubrir.
¿Hasta qué punto preocupa la cuestión del terrorismo?
Es una de las cuestiones que ha influido en el Brexit, por ejemplo. Los atentados de los últimos años en París, Bruselas, Berlín o Barcelona han provocado un sentimiento en Reino Unido de querer controlar más las fronteras. En los momentos de sicosis, uno piensa que está más seguro si no depende de los demás. La seguridad plantea nuevos retos, sobre todo por la dependencia de internet en nuestra sociedad.
¿Cuál es la relación de la UE con sus vecinos exteriores?
La relación con Donald Trump es hostil porque asegura que la UE es un invento alemán para explotar a los demás países. Con Rusia también es complicado porque Vladimir Putin apoya a los partidos que están en contra del proyecto comunitario.
