Los grafitis extendidos por Elche llevan de cabeza al Ayuntamiento, sobre todo por aquellos que invaden continuamente elementos del mobiliario urbano donde borrar las pintadas resulta una misión casi imposible. Tanto es así que el tripartito hasta ha tenido que buscar un tratamiento antigrafitis para tratar de atajar este problema en el Valle Trenzado.

Y es que las pasarelas de piedra que hay construidas en distintos tramos de la ladera del Vinalopó se han convertido en un blanco fácil para las gamberradas. Por ello, ante la persistencia de los actos vandálicos que afean este enclave, la Concejalía de Limpieza ha tenido que tirar de un suministro de pintura de más de 4.500 euros para adecentar la zona. Un tratamiento muy específico, que, según el edil del área, Héctor Díez, ha llegado a ser empleado incluso en algunos pabellones de la Ciudad de las Artes y las Ciencias de València, donde sufren este mismo problema.

Ayer mismo, operarios de Urbaser se encontraban en plena faena, con manguera y tratamiento en mano para borrar las huellas del vandalismo. El objetivo es proteger la piedra de las pasarelas y tratar de repeler las pintadas que forman parte del paisaje habitual del Valle Trenzado. «Día tras día, por mucho que los servicios de limpieza adecentaran las pasarelas, aparecían nuevos grafitis y la piedra ya estaba sufriendo de tanto rascar la zona para tratar de borrar las pintadas», argumentó ayer el edil Héctor Díez.

De ahí que ahora los servicios municipales hayan optado por esta alternativa para ver si surte efecto y se consigue de blindar el Valle Trenzado de las polémicas pintadas. Al menos en esta zona, que no es la única que sufre el lastre de este tipo de gamberradas. Las fachadas de edificios públicos y privados no son los únicos puntos donde se aprecia este problema, sino también elementos del patrimonio urbano, como esculturas y fuentes de concurridos espacios públicos, como el Parque Municipal. De hecho, el elevado número de pintadas llega a tal punto que el Ayuntamiento ya calculó que cada año se eliminan unos 3.000 grafitis en la vía pública, en parques y en jardines. De hecho, hay una brigada específica para la limpieza de estos menesteres en Urbaser, que cuesta más de 133.000 euros al año o, lo que es lo mismo, 1,7 euros por cada ilicitano. La cifra se dispara hasta el millón de euros si se tiene en cuenta el resto de daños al mobiliario urbano.

Los grafitis no solo llevan detrás a los servicios de limpieza, sino también a la Policía Local. La Jefatura hasta dispone de un pequeño laboratorio donde poder analizar la firma y los garabatos de pintadas que los vándalos dejan por toda la ciudad para después sancionar a los infractores. Por ejemplo, si se pinta una fachada convencional o un cristal de un escaparate con pintura, y se borra o se puede pintar por encima, las multas van desde los 750 a los 3.000 euros. Mientras, se llega a considerar hasta un delito cuando la pintada se realiza con ácido o sobre piedra de granito, de forma que sea imposible quitarla al absorberse por la porosidad del material.