Un nuevo golpe volvió a sacudir ayer los cimientos de una agrupación socialista, la ilicitana, ya bastante convulsionada en los últimos tiempos por la lucha cainita entre familias, y, en particular, por la guerra abierta y declarada entre la facción de Carlos González y la de Alejandro Soler, reeditando así la que en su día se vivió entre los partidarios de Diego Maciá y los de Soler, y otras anteriores. En esta ocasión, la sacudida llegaba a primera hora de una jornada en la que, a priori, el guion marcaba que los focos iban a estar puestos en la candidatura que iba a presentar Ana Arabid. No fue así. Dimitía la presidenta de la agrupación socialista ilicitana, Toñi Serna, a la sazón una de las personas más cercanas al aún hoy secretario general, Carlos González, y poco menos que la persona de confianza del jefe de los socialistas valencianos, Ximo Puig, en la provincia. La renuncia de Serna a la ejecutiva era una posibilidad que planeaba en el horizonte desde hacía meses, quizás demasiados, y tanto el sector de Carlos González como el de José Pérez / Antonio Rodes eran perfectamente conocedores. Quizás debieron pensar que si anteriormente ya se había cortado esa opción, ahora podría pasar lo mismo. Sin embargo, al final, la renuncia llegaba en el peor momento: justo un día después de que Carlos González, forzado por el miedo a perder ante Soler, pero también por las presiones del círculo de José Pérez y Antonio Rodes, anunciara que no presentaría batalla por la Secretaría General y, además, se hiciera público el pacto por el que Ana Arabid sería la candidata. La dimisión de Toñi Serna, así las cosas, ponía más en evidencia que, a estas alturas, Carlos González está cada vez más solo.

La sangría que se ha venido produciendo entre la que en otros tiempos era la guardia pretoriana de González tanto en el partido como en la Plaça de Baix ya es más que evidente. Ha habido fugas de militancia de base, pero también de primeras espadas. Con el que estaba llamado a ser su mano derecha desde el principio, José Manuel Sánchez, la relación es ya a estas alturas inexistente, hasta el punto de que cuando es posible no hay ni cruce de palabras. Ramón Abad, que cuando cayó el chaparrón por la hecatombe en Ferraz mantuvo el tipo y estuvo del lado del aparato, también ha pasado a las filas «alejandristas». Héctor Díez nunca fue de su círculo más fiel, pero ahí estaba, hasta que cruzó al bando contrario, y, con su marcha, hizo que Patricia Macià hiciera la propio. Ahora, la renuncia de Toñi Serna evidencia más ese aislamiento de González. Y lo peor es que hay quien teme que, entre los pocos apoyos propios que le quedan -los del grupo de José Pérez / Antonio Rodes no cuentan-, la decisión de Serna anime más a la espantada o que, en el mejor de los casos, pasen a la reserva. A estas alturas, en determinados círculos del partido, incluso se cuestiona si Diego Maciá a día de hoy no está más cerca de Rodes que de González.

Sea como sea, en la carta presentada por la mañana al aún secretario general, y al secretario de Organización, José Pérez, vía whatsapp y correo electrónico, y rematada posteriormente por un mensaje de despedida en el chat interno de la ejecutiva, la hasta ayer presidenta se escudaba en motivos personales. Sin embargo, era una fórmula de cortesía y ya. En los últimos meses la decepción y la quemazón por todo lo que estaba ocurriendo en el partido era palpable. Su relación con Soler no es que haya sido mala en los últimos años, sino lo siguiente. Aún así, se había mostrado partidaria desde el principio de que tanto Soler como González se dejaran de personalismos y alcanzaran un acuerdo para presentar una lista de consenso que no ahondara en la brecha en General Cosidó. No hubo manera. La guinda al pastel llegó en los últimos días, con el pacto alcanzado para que González se apeara de la carrera hacia la Secretaría y apoyara a la candidata del sector de Rodes, Ana Arabid. Entre algunos de los fieles de González no gustó ni el fondo ni las formas. Cuestionaron que fuera una negociación en la que sólo tomaron parte unos pocos, y también que se anunciara antes ante las cámaras y las grabadoras, y que a la ejecutiva se le comunicara después por whatsapp. La sensación que quedó es la de que Carlos González estaba entregando a todos los que en su día estuvieron de su lado simple y llanamente para salvarse él.

Entrada la tarde, Serna se limitaba a decir que «les deseo suerte tanto a Carlos como a Alejandro», y apostillaba «estoy para ayudar al partido». Había quien decía que, con su dimisión, daba más alas si cabe al sector «alejandrista». Otros simplemente comentaban que Carlos González se había dado otro tiro en el pie, con el matiz de que ya lleva varios y que cada vez tiene a menos personas que puedan acudir en su auxilio. En cualquier caso, se va quedando solo, y por peligrar hasta peligra que pueda ser candidato a la Alcaldía. Los de Alejandro Soler siguen amagando con forzar unas primarias, y la historia reciente de los socialistas ilicitanos demuestra que hay pactos imposibles que se pueden lograr en el tiempo de descuento. Qué le pregunten sino al propio Carlos González.