Mucho ha evolucionado el papel de la mujer en el sector del calzado. El empoderamiento de las mujeres les ha llevado a ocupar puestos de responsabilidad en las empresas, y a que su labor no se vea limitada, única y exclusivamente, a desempeñar el trabajo en la fase del aparado o la envasa. Aún así queda mucho por hacer en un terreno en el que la presencia del hombre es mayoritaria, y en la que los varones tienen mejores condiciones laborales. Según los últimos datos del Instituto Nacional de Estadística (INE), el 33% de los puestos de empleo del sector zapatero lo ocupan mujeres, lo que en la Comunidad Valenciana se traduce en 6.000, la gran mayoría de la provincia de Alicante. Sin embargo, la realidad apunta a otra dirección. El peso es mayor por las mujeres que, sin contrato ni cotizaciones, han trabajado y trabajan en el aparado, un oficio este lastrado históricamente por la economía sumergida. Nadie se atreve a dar cifras, ni patronales ni sindicatos, pero todos admiten que el peso del cladestinaje, desgraciadamente, es evidente en el aparado.

A los 14 años empezó María José Guillermo a ayudar a su madre en casa con la «faena», cuando llegaba de la escuela. Desde entonces no se ha dedicado a otra cosa. Actualmente, con 49 años, está contratada en un taller de calzado de Carrús, en Elche, donde asegura que «la situación ha cambiado. Ahora tenemos mejores condiciones en cuanto a instalaciones, y estamos un poco mejor vistas, pese a que el sueldo sea muy escaso». No obstante, esta mujer, que sólo tiene 20 años cotizados después de toda la vida trabajando, confiesa que, en su caso, «ahora estamos mejor miradas porque tenemos una jefa. Los hombres nos trataban peor».

Entre 800 y 1.000 euros gana al mes una aparadora en la provincia si está dada de alta. Y es que en la actualidad, insisten desde los sindicatos UGT y CC OO, se trata de un puesto de trabajo que se sigue desarrollando en la clandestinidad. No hay registros, pero todos apuntan a que la existencia de aparadoras trabajando en casa o en talleres en los que entra poca luz es una realidad más frecuente de lo que se puede pensar. Ya no se ven carteles de «hacen falta aparadoras» por las calles de Elche, pero eso no ha hecho que las condiciones hayan mejorado en muchos aspectos. Un problema que tiene su incidencia en la baja cuantía de las pensiones de las personas que se ven obligadas a aceptar estas condiciones, y en testimonios de aparadoras que después de varias décadas han renunciado al oficio para apostar por otro con el que poder tener un contrato laboral que le garantice mayor estabilidad.

En esta situación ha estado Raquel Rodríguez. Tiene 39 años y a los 14 empezó a trabajar en un taller de calzado. Estuvo pasando de una empresa a otra hasta cumplir los 30, cuando tuvo a su primera hija. Después, para poder estar en casa, se compró una máquina de aparar, que acabó vendiendo para buscar otro trabajo con el que poder cotizar más. Pese a haber trabajado en el calzado desde los 14 y hasta los 37 años sólo tiene seis años cotizados a la Seguridad Social. Lo peor es que hay otras que con los mismos años trabajados o alguno más no llegan ni a los seis cotizados por Raquel.

Esta mujer reconoce que «en fábrica se gana más que en casa, donde lo máximo al mes eran 600 euros, y trabajando de lunes a lunes. Me traían faena los viernes y me pedían tenerla hecha para el lunes». Raquel lleva dos años intentando dar con otro empleo sin éxito porque todo lo que le sale le impide hacerse cargo de sus hijas. Ante esta situación asegura que «estoy pensando en comprarme otra máquina para volver a trabajar desde casa, ya que ninguno de los empleos que he encontrado me permite conciliar el trabajo con la familia».

Un poco más de suerte tiene Noelia Campos, con una situación bastante diferente. Esta mujer de 28 años ha regresado al sector del calzado después de haber trabajado como dependienta y de haber intentado poner en marcha su propio comercio. «Antes no podía estar los fines de semana ni los días de Navidad con mis hijos. Por eso, volví a buscar trabajo en el calzado, y ahora estoy en un taller con mejor horario y fines de semana libres».

Desde la Asociación Valenciana de Empresarios del Calzado (Avecal), Marian Cano, sostiene que la mujer ha desarrollado un papel fundamental en el sector, y que, a día de hoy, «son muchas las empresas punteras que están haciendo las cosas muy bien en cuanto a igualdad y economía sumergida». La presidenta de Avecal asegura que «en el sector contamos con empresas que son modelo, y que luchan contra la competencia desleal, que no sigue las mismas reglas del juego». Son estas empresas zapateras, insisten desde la patronal, las que son modelo, y a las que se debe aplaudir por adoptar medidas de conciliación familiar e igualdad real.

Mientras, la secretaria general de CC OO Vega Baja-Baix Vinalopó, Carmen Palomar, reconoce que «siempre hemos tenido muchas dificultades para organizar a las mujeres en el sector del calzado, y luchar contra la economía sumergida». La líder sindical, que también es aparadora, recuerda que «a mí misma me despidieron de un empresa de calzado siendo representante sindical, pero las cosas han cambiado. Ahora tenemos conocimiento de nuestros derechos, y el salario de las mujeres ya no se considera como un complemento al del hombre». Además, añade Carmen Palomar, las mujeres son cada vez más conscientes de que necesitan cotizar para garantizarse un futuro mejor, y, por eso, buscan trabajos donde se les garantice un contrato».

Ante ello, el secretario general de UGT Muntanya-Vinalopó-Vega Baja, Ismael Senent, hace un llamamiento claro: «las mujeres siempre han tenido un protagonismo importante en el sector zapatero, pero que deben huir de puestos en la economía sumergida que van en contra de su propio bienestar». Al final, de lo que se trata es de que se planten por estar doblemente silenciadas: por ser mujeres y aparadoras sin cotizar.